El conflicto principal de Frankenstein gira en torno a la incapacidad de Víctor de entender que sus actos tienen repercusiones. Al centrarse únicamente en sus objetivos, pierde de vista el efecto que sus acciones pueden tener en otros. En este sentido, el monstruo funciona como el recordatorio más crudo de que no ha asumido responsabilidad alguna de sus actos al desafiar las leyes de la naturaleza. Los primeros indicios del conflicto aparecen cuando Víctor se entrega totalmente a sus estudios en la Universidad de Ingolstadt, y descuida a su familia y a su prometida. El conflicto se agrava tras “descubrir con éxito la causa de la generación y la vida”. Entonces, se obsesiona con crear al monstruo. En ningún momento se detiene a pensar cómo podrían ser las experiencias de esa criatura ni se inmuta por ignorar a su familia para continuar su trabajo. Está tan obsesionado con su ambición que no puede considerar nada más. La acción ascendente de su temeraria búsqueda por crear vida llega a su punto álgido cuando, inmediatamente después de animar al monstruo, reacciona con horror y repugnación, y huye de la habitación. Este incidente ilustra el conflicto entre Víctor y la responsabilidad moral: él ha sido el responsable de crear al monstruo y darle vida, pero cuando no le gusta el resultado, simplemente lo rechaza.
La tensión aumenta cuando se entera de la muerte de su hermano William y de la falsa acusación contra Justine. Este asesinato crea otra situación en la que Víctor tiene el poder de decidir si actuar o no asumir responsabilidad. Por este motivo, el conflicto se agrava cuando permite la ejecución de Justine en lugar de revelar lo que sabe del monstruo. El conflicto se agudiza aún más cuando se encuentra con este en las montañas y escucha el relato de todo el sufrimiento por el que ha pasado, así como de la soledad y el aislamiento. El encuentro entre el monstruo y su creador es otra oportunidad para que Víctor se aparte de su camino de egoísmo. La trama sugiere una posible resolución cuando Víctor acepta de mal grado crearle una pareja a cambio de la promesa de que se marchen a un lugar remoto.
Sin embargo, el conflicto se reaviva cuando Víctor está tan contrariado para llevar a cabo su plan que destruye el monstruo antes de terminarlo. Una vez más, no se detiene a pensar en las consecuencias de su imprudente decisión, ni siquiera cuando el monstruo jura vengarse. Víctor realmente se sorprende al ver a su amigo Henry Clerval asesinado, tal como ante el asesinato de su prometida Elizabeth, a pesar de que el monstruo le había anunciado explícitamente que se encargara de convertir su vida en un infierno, arrebatándole a todos sus seres queridos. El asesinato de Elizabeth conduce el conflicto a su etapa final, en la que Víctor jura cazar y matar al monstruo en venganza por todas las muertes. Este voto resuelve parcialmente el conflicto, ya que le da al monstruo lo que quiere: ahora tiene toda la atención de su creador y los destinos de los dos individuos están entrelazados.
Después de perseguir al monstruo por todo el mundo, Víctor llega al Ártico y se encuentra con Walton, momento en el que la historia vuelve al punto en el que la narración pasó de Walton a Víctor. Después de relatar su historia, Víctor está tan exhausto del viaje que muere a bordo, con su papel en la obra cumplido. La novela alcanza su clímax cuando Walton encuentra al monstruo en su habitación, llorando ante el cuerpo de Víctor. Este nunca llega a reconocer en la obra el papel que desempeñó al crear el caos y la tragedia que desencadenó la muerte de tantas personas inocentes, además del tormento a su creación. A diferencia de él, el monstruo expresa remordimiento y desprecio por sí mismo, lo que sugiere que en última instancia se ha vuelto más humano que su creador. Walton consigue por fin ver y oír al monstruo desde su propia perspectiva y es capaz de sentir “una mezcla de curiosidad y compasión”. La acción descendente de la novela concluye rápidamente con el monstruo explicando su plan de suicidarse y luego partiendo solo para llevar a cabo su plan.