Resumen del Acto Cuarto, Escena i
Tras su enfrentamiento con Hamlet, Gertrudis acude frenética a Claudio, que está reunido con Rosencrantz y Guildenstern. Pide hablar a solas con el rey. Cuando Rosencrantz y Guildenstern se retiran, Gertrudis le cuenta a Claudio su encuentro con Hamlet. Dice que está tan loco como el mar durante una feroz tormenta; también le cuenta a Claudio que Hamlet ha matado a Polonio. Atónito, el rey señala que, si hubiera sido él quien estuviera escondido, Hamlet lo habría matado. Claudio se pregunta en voz alta cómo podrá manejar esta crisis pública sin dañar su poder sobre Dinamarca. Le dice a Gertrudis que deben enviar a Hamlet a Inglaterra de inmediato y encontrar la manera de explicar el acto de Hamlet a la corte y al pueblo. Llama a Rosencrantz y Guildenstern, les informa del asesinato y los envía en busca de Hamlet.
Resumen del Acto Cuarto, Escena ii
En algún lugar de Elsinore, Hamlet acaba de deshacerse del cuerpo de Polonio y comenta que está “bien guardado” (IV.ii.1). Aparecen Rosencrantz y Guildenstern y le preguntan qué ha hecho con el cuerpo. Hamlet se niega a darles una respuesta clara y en cambio les dice: “El cuerpo está con el rey, pero el rey no está con el cuerpo” (IV.ii.25–26). Luego, finge ofenderse ante el interrogatorio de estos y los acusa de ser espías al servicio de Claudio. Le dice a Rosencrantz que es “una esponja que absorbe el ánimo del rey, sus recompensas y sus órdenes” y le advierte que “cuando él necesite lo que has cosechado, no hará más que exprimirte y, esponja, volverás a estar seco” (IV.ii.11–19). Finalmente, accede a presentarse ante Claudio con la escolta de Rosencrantz y Guildenstern.
Análisis del Acto Cuarto, Escenas i–ii
La breve escena inicial del Acto Cuarto gira en torno a la traición de Gertrudis a su hijo, que lo entrega al rey después de haberle prometido su ayuda. Si bien cumple su promesa de no revelar que Hamlet ha fingido estar loco, la forma urgente y franca como le cuenta a Claudio del comportamiento de Hamlet y del asesinato de Polonio implica que es más aliada del rey que de su hijo. Es imposible determinar a partir de esta escena si Gertrudis realmente cree que Hamlet está loco, o si simplemente ha reconocido que lo mejor para ella es aliarse con Claudio independientemente de lo que crea, y depende en gran medida de la interpretación personal que cada uno haga de los acontecimientos. En cualquier caso, su discurso ante Claudio es lo que consolida el plan secreto del rey de ejecutar a Hamlet en Inglaterra.
Por breve que sea, el Acto Cuarto, Escena i, es un magnífico ejemplo de la habilidad de Shakespeare para caracterizar personajes, ilustrada por la sutil configuración de Claudio. Mientras que la mayoría de los otros personajes masculinos de la obra –incluyendo a Hamlet, al rey Hamlet, a Laertes y a Fortimbrás– están obsesionados con los temas del honor, el equilibrio moral y la justicia por retribución, Claudio se muestra egoísta y ambicioso, más preocupado por conservar su poder y evitar el peligro político que por hacer justicia mediante su gobierno. La respuesta que da a la revelación del asesinato de Polonio a manos de Hamlet que hace Gertrudis es muy significativa al respecto. En lugar de pensar que Gertrudis podría haber estado en peligro, inmediatamente comenta que, si él hubiera estado en la habitación, habría corrido peligro.
Hamlet debe ser expulsado de Dinamarca, piensa, no como castigo por haber cometido el asesinato, sino porque representa una amenaza para Claudio. En cuanto se entera del asesinato, su mente comienza a maquinar una manera de presentar el asesinato de manera que no parezca una crisis política para su corte ni para el pueblo de Dinamarca. Para ello, dice, necesitará toda su “majestad y habilidad” (IV.i.30). En esta escena y en las siguientes, Shakespeare crea en Claudio una convincente representación de un político ambicioso y confabulador. De este modo, Claudio emerge como una figura que contrasta poderosamente con los hombres más francos de la obra
–como Laertes, Fortimbrás y Horacio– y con el príncipe Hamlet, mucho más consciente moralmente.
El asesinato de Polonio por Hamlet al final del Acto Tercero es uno de los momentos más inquietantes de la obra. Si antes era posible ver en Hamlet un “héroe” o una versión idealizada de un ser humano, después del asesinato de Polonio esto deja de ser posible. Su naturaleza sensible y reflexiva —rasgo que interfiere constantemente con su capacidad para cobrar venganza contra Claudio— ahora desaparece para dar lugar a su violento opuesto: una explosión de ímpetu asesino. Hamlet salta a la conclusión de que Claudio está detrás del tapiz o simplemente arremete sin pensar. En cualquier caso, su superioridad moral sobre Claudio ahora queda puesta en tela de juicio. Ha matado a Polonio tal como Claudio mató a su padre, con la diferencia de que el asesinato de Hamlet no fue premeditado ni estuvo motivado por celos o ambición. Hamlet también tranquiliza su conciencia en la actitud deshonesta de Polonio al espiarlo en el momento del asesinato, pero el resultado de sus acciones es muy similar al de Claudio: Laertes y Ofelia han perdido un padre, al igual que el propio Hamlet.
Entonces esconde el cadáver, pero en lugar de mostrarse sobrecogido por la contrición, como se esperaría de un héroe que ha cometido un error tan terrible, se muestra maníaco, desesperado y arrogante, especialmente en sus acusaciones contra Rosencrantz y Guildenstern. A lo largo del Acto Cuarto, Escena ii, tal como en la escena de la obra dentro de la obra (Acto Tercero, Escena ii), el ingenio mordaz e irónico de Hamlet entra en combinación con su tendencia impulsiva y temeraria, y su locura fingida se acerca a la real. Aunque Hamlet tiene muchas cualidades admirables, escenas como esta sirven para recordarnos que no debemos tomar al príncipe como un héroe indiscutible.