Resumen del Acto Cuarto, Escena vii
Mientras Horacio habla con los marineros, Claudio y Laertes, ya más calmado, conversan sobre la muerte de Polonio. Claudio explica que decidió enterrar a Polonio en secreto y evitarle un castigo a Hamlet por el asesinato porque tanto el pueblo como la reina lo aman mucho. Como rey y esposo, no quiere lastimar a ninguno. Entra el mensajero con la carta de Hamlet para Claudio, en la que informa que regresará al día siguiente. Laertes está feliz de saber que Hamlet está de regreso, lo que significa que su venganza no se verá retrasada.
Claudio está de acuerdo en que Laertes merece cobrar venganza contra Hamlet y se muestra dispuesto a ayudarlo a que lo mate, ya que su comportamiento errático representa una amenaza para su reino. El artero rey comienza a urdir un modo de que se asegure su venganza sin dar la apariencia de estar jugando sucio. Recuerda que alguna vez Hamlet se mostró celoso por la destreza de Laertes con la espada que poco tiempo antes había elogiado ante la corte un caballero francés, que lo había visto en combate. El rey especula que, si lo desafiara a batirse en duelo con Laertes, allí podría tener la oportunidad de matarlo. Laertes está de acuerdo y ponen el plan en marcha: Laertes usará una espada afilada en lugar de la habitual hoja de esgrima y además propone envenenarla, para poder matarlo con tan solo un rasguño. El rey también urde un plan alternativo en caso de que Hamlet triunfe en el duelo: Claudio le ofrecerá una copa de vino envenenado en señal de celebración.
Gertrudis entra con noticias trágicas: Ofelia, loca de dolor, se ha ahogado en el río. Angustiado por haber perdido a su hermana tan poco tiempo después de la muerte de su padre, Laertes huye de la habitación. Claudio le dice a Gertrudis que lo siga y le dice que fue casi imposible calmar la rabia de Laertes y que le preocupa que la noticia de la muerte de Ofelia vuelva a despertarla.
Análisis
El confabulador Claudio se encuentra con Laertes aproximadamente en el mismo momento en el que se entera de que Hamlet ha sobrevivido y ha regresado a Dinamarca. El comportamiento del rey durante esta escena –tal como en el Acto Cuarto, Escena v– lo exhibe como un personaje artero y calculador. Shakespeare muestra cómo exige su mente para desbaratar la ira de Laertes, que es hasta ahora el mayor conflicto que ha enfrentado su reino. En el Acto Cuarto, Escena v, Claudio determina que la mejor manera de calmarlo es mostrándose franco y honesto con él. Cuando Laertes exige saber dónde está su padre, Claudio le responde: “Muerto” (IV.v.123). Además, en un magistral golpe de caracterización, Shakespeare hace que la nerviosa Gertrudis, incapaz de ver el plan de Claudio, se apresure a insistir, después de tal declaración, en la inocencia de Claudio: “Pero no por su mano” (IV.v.123).
En esta escena, Claudio está decidió a aplacar a Laertes y a deshacerse de Hamlet de un solo golpe: con la idea del duelo, canaliza la rabia de Laertes y se asegura de la muerte de Hamlet. El plan resultante lleva a un nuevo nivel tanto el tema de la venganza como el uso repetido de trampas en la trama: Laertes y Claudio urden no uno, sino tres mecanismos encubiertos para matar a Hamlet.
La trágica muerte de Ofelia ocurre en el peor momento posible para Claudio. Mientras Laertes huye de la habitación en agonía, Claudio lo sigue, no para consolarlo ni acompañarlo en el duelo, sino porque, como le dice a Gertrudis, fue muy difícil aplacar su ira. Claudio no tiene tiempo para preocuparse por las víctimas de la tragedia: está demasiado ocupado con las amenazas a su propio poder.
La imagen de Ofelia ahogándose entre sus guirnaldas de flores ha demostrado ser una de las imágenes más perdurables de la obra, representada innumerables veces por artistas y poetas a lo largo de los siglos. Desde el principio de la obra, Ofelia aparece asociada a imágenes florales. En su primera escena, Polonio le regala una violeta; después de volverse loca, canta canciones sobre flores; y ahora se ahoga entre largas guirnaldas. La frágil belleza de las flores evoca la frágil belleza de Ofelia, así como su incipiente sexualidad y su exquisita y condenada inocencia.