Resumen del Acto Quinto, Escena ii
Al día siguiente, en el castillo de Elsinore, Hamlet le revela a Horacio cómo logró superar el plan de Claudio de darle muerte en Inglaterra. Sustituyó la carta sellada que llevaban los ingenuos Rosencrantz y Guildenstern, en la que se pedía la ejecución de Hamlet, por otra en la que se pedía la ejecución de los portadores de la carta: los propios Rosencrantz y Guildenstern. Le dice a Horacio que no siente ninguna simpatía por Rosencrantz y Guildenstern, que lo traicionaron y complacieron a Claudio, pero que lamenta haberse comportado con tanta hostilidad hacia Laertes. En el deseo de Laertes de vengar la muerte de su padre, dice, ve espejado su propio deseo, y promete buscar el buen favor de Laertes.
Su conversación se ve interrumpida por Osric, un necio cortesano que intenta halagar a Hamlet dándole la razón en todo lo que dice, incluso cuando se contradice al decir en cuestión de segundos, primero que hace frío y después que hace calor. Ha venido a decirles que Claudio quiere que Hamlet se bata con Laertes y que el rey ha apostado que ganará Hamlet. Entonces Osric comienza a elogiar efusivamente a Laertes, aunque Hamlet y Horacio son incapaces de determinar qué quiere decir con sus excesivamente elaboradas proclamaciones. Finalmente entra un caballero y le pregunta a Hamlet si está listo para el duelo, ya que el rey y la reina están aguardando. En contra del consejo de Horacio, Hamlet acepta luchar, diciendo que “todo mi corazón está enfermo”, pero que uno debe estar preparado para la muerte, ya que llegará sin importar lo que haga (V.ii.222). La corte entra en la sala y Hamlet le pide perdón a Laertes, alegando que fue su locura, y no su propia voluntad, la que terminó con la vida de Polonio. Laertes le dice que no lo perdonará hasta que algún anciano, experto en las sutilezas del honor, le haya aconsejado lo contrario. Mientras tanto, dice, aceptará la oferta de amor de Hamlet.
Eligen sus floretes (espadas sin filo que se usan en esgrima) y el rey dice que, si Hamlet acierta el primero o segundo golpe, beberá a su salud poniendo en la copa una valiosa gema (en realidad, el veneno) que entregará a Hamlet. Comienza el duelo: Hamlet le da a Laertes, pero se niega a beber con excusa de que quiere dar otro golpe antes. Vuelve a darle a Laertes y Gertrudis se levanta y bebe de la copa. El rey le dice que no lo haga, pero ella no lo escucha. En un aparte, Claudio murmura: “Es la copa envenenada: ya es demasiado tarde” (V.ii.235). Laertes comenta en voz baja que herir a Hamlet con la espada envenenada va casi en contra de su conciencia, pero vuelven a enfrentarse y Laertes acierta y lo hace sangrar. En el forcejeo, intercambian espadas y Hamlet hiere a Laertes con su propia arma.
La reina desfallece y Laertes, envenenado por su propia espada, declara: “Soy asesinado por mi propia traición” (V.ii.318). Antes de morir, la reina gime que la copa debe estar envenenada y llama a Hamlet. Laertes le dice a Hamlet que él también ha sido asesinado por su propia espada envenenada y que el rey es culpable tanto del veneno de la espada como del veneno de la copa. Hamlet, furioso, penetra a Claudio con la espada envenenada y lo obliga a beberse el resto del vino. Claudio muere pidiendo auxilio. Hamlet le dice a Horacio que se está muriendo e intercambia un último perdón con Laertes, que lo absuelve antes de morir.
En la sala resuenan el sonido de una marcha y un disparo cercanos. Osric anuncia que Fortimbrás ha venido a la conquista desde Polonia y ahora dispara una salva a los embajadores ingleses. Hamlet vuelve a decirle a Horacio que se está muriendo e insta a su amigo a que no se suicide a la vista de todas las tragedias, sino que siga vivo para contar su historia. Le dice que desea que nombren a Fortimbrás rey de Dinamarca y, a continuación, muere.
Fortimbrás entra a la sala acompañado de los embajadores ingleses, que anuncian que Rosencrantz y Guildenstern han muerto. Horacio les dice a todos los presentes que les contará la historia que condujo a tan espantosa escena que ahora presencian. Fortimbrás ordena que traten a Hamlet como a un soldado.
Análisis
En la escena final, estalla la violencia, demorada por tanto tiempo, con una velocidad vertiginosa. Cae un personaje tras otro, envenenado, apuñalado o, en el caso de Rosencrantz y Guildenstern, ejecutado, a medida que el tema de la venganza y la justicia llega a su desenlace en el momento cúlmine en el que Hamlet asesina a Claudio. Instantes antes del duelo, Hamlet parece tranquilo, aunque algo triste. Dice que tiene el corazón enfermo, pero parece haberse reconciliado con la idea de la muerte y ya no lo atormenta el temor a lo sobrenatural. No queda totalmente claro qué provocó exactamente este cambio, pero su deseo de obtener el perdón de Laertes hace evidente un cambio importante en su estado mental. Mientras que antes Hamlet estaba obsesionado casi exclusivamente consigo mismo y con su familia, ahora es capaz de pensar con compasión en los demás. No llega a responsabilizarse de la muerte de Polonio, pero parece actuar con una perspectiva más amplia tras la conmoción por la muerte de Ofelia. Su muerte en manos de Laertes hace profética su declaración anterior sobre el cuerpo de Polonio, que Dios ha elegido “castigarme con esto y a este, conmigo” (III.iv.174). El asesinato de Polonio lo termina castigando, ya que es la rabia vengativa de Laertes lo que lo lleva a la muerte.
A la luz de la lógica moral de la obra, dicha muerte no es ni heroica ni vergonzante, ya que Hamlet logra la venganza de su padre, pero solo bajo la inevitabilidad de las circunstancias más extremas que se podrían imaginar: ver morir a su madre y saber que él también está agonizando.
En efecto, la llegada de Fortimbrás vuelve a plantear la cuestión de la legitimidad política. En marcado contraste con la corrupta y debilitada familia real que yace muerta en el suelo, Fortimbrás representa a un líder capaz y de voluntad firme, aunque la obra no aborda la cuestión de si su gobierno restaurará la autoridad moral del Estado.