En el pueblo puritano de Salem, Massachusetts, un grupo de muchachas sale a bailar al bosque con una esclava negra llamada Tituba. El ministro local, el reverendo Parris, las sorprende en medio del baile. Una de las jóvenes, Betty, la hija de Parris, entra en estado de coma. A medida que los rumores de brujería corren por el pueblo, se reúne una multitud en la casa de Parris. Parris manda a llamar al reverendo Hale, experto en brujería, antes de interrogar a Abigail Williams, la cabecilla de las muchachas, acerca de lo ocurrido en el bosque. Abigail, sobrina y pupila de Parris, admite no haber hecho nada más que “bailar”.
Mientras Parris intenta calmar a la multitud congregada en su casa, Abigail habla con algunas de las demás jóvenes para indicarles que no admitan nada. John Proctor, un agricultor local, entra entonces y habla a solas con Abigail. Nadie en el pueblo lo sabe, pero el año anterior, mientras trabajaba en casa del señor Proctor, ella había tenido una aventura con él y, en consecuencia, su esposa, Elizabeth, la había despedido. Abigail sigue prendida de Proctor, pero él la elude y le dice que se deje de hacer tonterías con las demás.
Cuando Betty sale del coma, se pone a gritar. Gran parte de la multitud corre a su habitación, debatiendo si está o no embrujada. Pronto se desata una discusión en paralelo entre Proctor, Parris, el refutador Giles Corey y el adinerado Thomas Putnam. La disputa se trata del dinero y de la propiedad de las tierras, y sugiere que la comunidad de Salem está profundamente dividida. En medio de la discusión, llega el reverendo Hale y examina a Betty, mientras Proctor se marcha. Hale interroga a Abigail sobre las actividades de las jóvenes en el bosque, sospecha de su comportamiento y exige hablar con Tituba. Entonces, Parris y Hale le hacen un breve interrogatorio, hasta que Tituba confiesa estar en comunión con el diablo y acusa histéricamente a varios habitantes del pueblo de participar de una alianza semejante. De repente, Abigail se pone de su lado y confiesa haber visto al diablo conspirando y retozando con otros habitantes del pueblo. Betty también se les une en la identificación de brujas y la multitud se alborota.
Una semana más tarde, solos en su granja a las afueras de la ciudad, John y Elizabeth Proctor conversan sobre los juicios en curso y el creciente número de habitantes del pueblo acusados de brujería. Elizabeth insta a su marido a que denuncie a Abigail por farsante, pero él se niega y entonces ella siente celos y lo acusa de seguir sintiendo algo por la joven. Mary Warren, su criada y miembro del círculo de Abigail, regresa de Salem con la noticia de que han acusado a Elizabeth de brujería, pero que el tribunal no ha dado curso a la acusación. John y Elizabeth envían a Mary a su habitación y continúan la discusión, que se ve interrumpida ahora por la visita del reverendo Hale. Mientras discuten, Giles Corey y Francis Nurse acuden a casa de los Proctor con la noticia de que han arrestado a sus esposas. De pronto, llegan oficiales de la corte y arrestan a Elizabeth. Después del suceso, Proctor amedrenta a Mary para que vaya a Salem y desenmascare a Abigail y a las demás jóvenes por farsantes.
Al día siguiente, Proctor lleva a Mary ante el tribunal y le dice al juez Danforth que testificará que las jóvenes mienten. Danforth sospecha de los motivos de Proctor y le dice que Elizabeth está embarazada y que se la perdonará por un tiempo. Proctor insiste en su acusación y convence a Danforth de que permita que Mary testifique. Mary le dice al tribunal que las jóvenes están mintiendo. Cuando las muchachas comparecen, cambia el juego ya que ellas acusan a Mary de haberlas embrujado. Furioso, Proctor confiesa su aventura con Abigail y la acusa de verse motivada por los celos de su esposa. Para probar la afirmación de Proctor, Danforth convoca a Elizabeth y le pregunta si Proctor le ha sido infiel. A pesar de su intachable honestidad, ella miente para proteger el honor de Proctor, lo que lleva a que Danforth denuncie a Proctor por mentiroso. Mientras tanto, Abigail y las muchachas vuelven a fingir que Mary las está embrujando, ante lo cual Mary pierde el control y acusa a Proctor de ser brujo. Proctor monta en cólera contra ella y contra el tribunal. Es arrestado y Hale abandona el proceso.
Transcurre el verano y llega el otoño. Los juicios por brujería han causado disturbios en los pueblos vecino y Danforth está cada vez más nervioso. Abigail ha huido con todo el dinero de Parris. Hale, ya sin fe en la justicia, les ruega a las brujas acusadas que confiesen en falso para salvar sus vidas, pero ellas se rehúsan. Sin embargo, Danforth tiene una idea: le dice a Elizabeth que convenza a John de que confiese, a lo cual ella accede. Contrariado, pero decidido a seguir con vida, John acepta confesar, lo que alegra a las autoridades judiciales. No obstante, él se niega a incriminar a alguien más y, ante la insistencia de que haga pública su confesión por escrito, Proctor se enfada contra el tribunal, rompe su confesión y se retracta de su admisión de culpabilidad. A pesar de las súplicas desesperadas de Hale, Proctor termina en la horca con los demás y los juicios por brujería llegan a su terrible desenlace.