Resumen del Capítulo 4 

La vida en la isla pronto adquiere un ritmo de cotidianidad. Las mañanas son agradables, entre brisas frescas y aromas dulces, y los niños pueden disfrutar jugando. Por la tarde, sin embargo, el sol es agobiante y muchos duermen, aunque con frecuencia los sobresaltan las extrañas imágenes que parecen parpadear sobre el agua. Piggy las ignora, al considerarlas espejismos provocados por el reflejo del sol en el agua. El anochecer vuelve a traer temperaturas más frescas, pero oscurece muy rápido y la noche es un momento aterrador y difícil. 

Los littluns, que pasan la mayor parte del día comiendo frutas y jugando, son los que más sufren a causa de estas visiones y pesadillas. No dejan de hablar de la “bestia” y temen que un monstruo los aceche en la oscuridad. La enorme cantidad de fruta que consumen les provoca diarrea y malestares digestivos. Aunque la vida de ellos está bastante distanciada de los mayores, hay veces en las que estos los molestan. Un muchacho malvado, llamado Roger, molesta a los pequeños junto con Maurice, con quien les derriba cruelmente los castillos de arena que han armado. Roger hasta llega a tirarle piedras a uno de los niños, aunque cuida de no golpearlo. 

Jack, entretanto, obsesionado con la idea de matar a un cerdo, se camufla con lodo y carbón, y se adentra en la selva para cazar, acompañado de otros. En la playa, Ralph y Piggy ven un barco en el horizonte, pero también se dan cuenta de que el fuego se apagó. Suben corriendo la colina, pero es demasiado tarde para reavivar las llamas, y el barco no va a buscarlos. Ralph está furioso con Jack, porque era la responsabilidad de su grupo mantener el fuego vivo. 

Jack y los cazadores regresan de la selva cubiertos de sangre entonando una extraña canción. Entre ellos llevan un cerdo muerto clavado en una estaca. Furiosos por su irresponsabilidad, Ralph cuestiona a Jack por la señal de fuego, pero lo cazadores están tan exaltados y enloquecidos por haber logrado una caza exitosa que apenas escuchan las quejas de Ralph. Cuando Piggy se queja por la inmadurez de estos, Jack le da una bofetada y le rompe uno de los cristales de sus anteojos. Jack se burla de Piggy imitando su voz quejosa. Ralph y Jack tienen una conversación acalorada. 

Finalmente, Jack reconoce su responsabilidad en el fracaso de la señal de fuego, pero nunca se disculpa con Piggy. Ralph acude a Piggy para pedirle los anteojos para encender el fuego y, en ese momento, los sentimientos amistosos de Jack hacia Ralph se transforman en resentimiento. Los chicos asan el cerdo y los cazadores hacen un baile salvaje alrededor del fuego, cantando y recreando el salvajismo de la caza. Ralph declara que va a convocar una reunión y desciende solo hacia la playa. 

Análisis del Capítulo 4 

A este punto de la novela, el grupo ha estado viviendo en la isla por un tiempo y su sociedad se parece cada vez más a un estado político. Si bien la cuestión de poder y control es fundamental en su vida desde el momento en el que eligen a un líder en el primer capítulo, la dinámica de la sociedad que conforman tarda en desarrollarse. Para el momento de este capítulo, la comunidad de niños refleja una comunidad política, en la que los littluns, anónimos y asustadizos, representan la masa del pueblo y los diferentes muchachos ocupan posiciones de poder e importancia con respecto a estos subordinados. Algunos de los mayores, como Ralph y sobre todo Simón, son amables con los pequeños, mientras que otros, como Roger y Jack, son crueles con ellos. 

En resumen, en la isla surgen dos concepciones del poder que se corresponden con las posturas filosóficas de la novela: la civilización y el salvajismo. Simón, Ralph y Piggy representan la idea de que el poder debe utilizarse para el bienestar de todo el grupo y la protección de los pequeños, una postura que representa el instinto hacia la civilización, el orden y la moralidad. Roger y Jack, por el contrario, representan la idea de que el poder debe permitir a quienes lo detentan satisfacer sus propios deseos y actuar según sus impulsos, tratando a los pequeños como subordinados u objetos para su propia diversión, una postura que representa el instinto hacia el salvajismo. 

A medida que aumenta la tensión entre Ralph y Jack, vemos signos más evidentes de una posible lucha de poder. Aunque Jack ha sentido envidia por el poder de Ralph desde el momento en que salió elegido, no entran en conflicto abierto hasta este capítulo, cuando fracasan en enviar una señal de fuego a causa de la irresponsabilidad de Jack. Cuando el fuego —un símbolo de la conexión de los chicos con la civilización— se apaga, se frustra la primera oportunidad de rescate y Ralph se enfada, lo que indica que aún se rige por el deseo de conseguir el bienestar de todo el grupo. 

Pero Jack, que acaba de tener una cacería exitosa, está demasiado extasiado con su logro como para preocuparse por la oportunidad perdida de rescate. En efecto, la sed de sangre y de poder superan su interés por la civilización. Mientras que antes justificó su compromiso con la caza con la excusa de que es por el bien de todo el grupo, ahora ya no siente necesidad alguna de justificar su comportamiento. Por el contrario, exhibe su nueva inclinación hacia el salvajismo al pintarse la cara como un bárbaro, al entonar cantos salvajes con los cazadores y al pedir disculpas por lo del fuego solo cuando Ralph parece dispuesto a pelear por ese motivo. 

El grado en que los chicos fuertes intimidan a los débiles refleja en qué medida se desintegra la civilización de la isla. Desde el principio, los chicos han acosado a Piggy por llorón e intelectual, siempre que necesitaron sentirse poderosos e importantes. Ahora, sin embargo, este acoso se intensifica y Jack empieza a pegarle abiertamente. De hecho, a pesar de su posición de poder y responsabilidad en el grupo, Jack no muestra ningún reparo en abusar físicamente de los otros chicos. Algunos de los otros cazadores, especialmente Roger, parecen aún más crueles y menos regidos por impulsos morales. 

El personaje civilizado de Ralph, por su parte, no puede entender esta conducta impulsiva y cruel, simplemente porque no puede concebir cómo pueden tener una sensación gratificante de poder gracias a ese acoso físico. Los chicos no logran entender el punto de vista opuesto y esto genera un abismo entre ellos que se expande a medida que se arraigan el resentimiento y la hostilidad abierta.