Resumen del Capítulo 12
Ralph se esconde en la selva y piensa angustiado en el caos que ha dominado la isla. Piensa en las muertes de Simón y Piggy, y se da cuenta de que ha desaparecido todo vestigio de civilización. Se tropieza con la cabeza de la cerda, el Señor de las Moscas, que ahora no es más que una reluciente calavera blanca, tan blanca como la caracola, observa. Con rabia y disgusto, Ralph arroja la calavera al suelo y toma la estaca que la sostenía para tenerla como arma para defenderse de Jack.
Esa noche, Ralph se escabulle en el campamento de Castle Rock y se encuentra con Sam y Eric que vigilan la entrada. Los gemelos le dan comida, pero se niegan a irse con él. Le dicen que Jack planea enviar a toda la tribu en su búsqueda al día siguiente. Ralph se esconde en un matorral y se queda dormido. Por la mañana, oye a Jack hablando y torturando a uno de los gemelos para averiguar dónde se esconde Ralph. Varios chicos intentan abrirse paso en la espesura haciendo rodar una roca sin éxito. Otro grupo intenta adentrarse en la maleza, pero Ralph los repele. Entonces, huele humo y se da cuenta de que Jack ha prendido fuego la selva para ahuyentarlo.
Ralph sale de su escondite y se abre paso entre Jack y un grupo de sus cazadores. Perseguido por un grupo de guerreros de cara pintada que blanden filosas lanzas de madera, Ralph se precipita frenéticamente por la maleza en busca de un escondite. Finalmente, llega a la playa y se desploma exhausto con sus perseguidores pisándole los talones.
De repente, Ralph alza la vista y ve a un oficial de la marina de pie junto a él quien le informa que su barco se ha acercado a la isla al ver el fuego abrasador. Los cazadores de Jack llegan a la playa y se detienen en seco al ver al oficial. El oficial asume con naturalidad que los chicos están tramando, como él dice, “diversión y juegos”, pero, cuando se entera de lo sucedido, muestra reprobación: ¿cómo es posible que ese grupo de jovencitos, y además ingleses, haya perdido en tan poco tiempo toda reverencia por las reglas de la civilización?
Ralph, por su parte, está abrumado ante la idea del rescate, de escapar de la isla después de haber estado tan cerca de una muerte violenta. Empieza a sollozar, al igual que los demás chicos. Conmovido y avergonzado, el oficial de la marina les da la espalda para que recuperen la compostura.
Análisis del Capítulo 12
Después de la tensa y emocionante lucha de Ralph con los cazadores, el final de El Señor de las moscas está cargado de ironía. Ralph creía que la señal de fuego —un símbolo de civilización— era la única forma de atraer a los rescatistas a la isla. Irónicamente, aunque es un fuego lo que atrae a un barco a la isla, no se trata de la señal de fuego ordenada y controlada, sino más bien de un incendio forestal fortuito provocado por los cazadores de Jack con el único propósito de matar a Ralph. Como hemos visto, él se ha esforzado hasta el cansancio para conservar la estructura de la civilización y maximizar las posibilidades de rescate.
Ahora, cuando todo lo que puede hacer es esforzarse por permanecer con vida el mayor tiempo posible, aparece un deus ex machina (un dispositivo o personaje improbable o inesperado que aparece de repente para resolver la situación), en el último momento posible, encarnado en la figura del oficial de marina que regresa a los chicos al mundo de la ley, el orden y la sociedad. El uso de la ironía que hace Golding en el último capítulo vuelve borroso el límite entre civilización y salvajismo, e implica que el vínculo entre ambos es más estrecho de lo que la historia ha ilustrado. En última instancia, el espantoso salvajismo de los chicos provoca el rescate que no pudieron lograr mediante un trabajo coordinado y premeditado.
Gran parte de la ironía del final de la novela proviene del retrato que Golding hace del oficial de la marina. Aunque el oficial salva a Ralph, el final de El Señor de las Moscas no es particularmente feliz, y el momento en que el oficial se encuentra con los muchachos no es de pura alegría. El oficial dice que es incapaz de entender cómo unos honrados muchachos británicos pueden haber actuado de forma tan lastimera, pero, irónicamente, este oficial “civilizado” proviene de un mundo adulto en el que la violencia y la guerra van de la mano de la civilización y el orden social.
La reacción disgustada del oficial ante el salvajismo de los chicos está teñida de hipocresía. De la misma manera, los chicos están tan conmocionados ante la presencia del oficial, ahora que se encuentran psicológicamente más alejados de su mundo, que al principio no son capaces de celebrar su llegada. Por el contrario, lo miran desconcertados y perplejos. Incluso Ralph, a quien el barco le ha salvado literalmente la vida, llora de dolor en lugar de alegría. Tanto para él como para los demás, nada podrá volver a ser como antes de su llegada a la isla del Señor de las Moscas.