Resumen del Capítulo 2 

Cuando los exploradores regresan, Ralph hace sonar la caracola para reunir a todos una vez más en la playa. Les anuncia que no hay adultos en la isla y que deben organizar algunas cosas para poder cuidarse mejor. Jack le recuerda a Ralph el cerdo que encontraron en medio de la selva y él está de acuerdo en que necesitan cazadores para poder conseguir carne. Ralph además dice que, durante las reuniones, utilizarán la caracola para determinar quién tiene derecho a hablar. Quien tenga la caracola podrá hablar y los demás deben escucharlo hasta que les toque el turno. Jack está de acuerdo con esta idea. 

Piggy exclama que nadie sabe que el avión se ha estrellado allí en la isla, de modo que puede que se queden allí varados por bastante tiempo. Esta idea es muy angustiante para muchos de los niños y todo el grupo se queda mudo de miedo. Uno de los niños más pequeños, un niñito con una mancha morada en el rostro, dice que, la noche anterior, vio una “bestia” o un monstruo con forma de serpiente. Una oleada de miedo recorre al grupo ante la idea de que un monstruo pueda estar merodeando por la isla. Entonces, los mayores, aunque asustados, intentan tranquilizar al grupo diciendo que no hay ningún monstruo y que solo debe haber sido una pesadilla. 

Con la esperanza de que los rescaten, Ralph propone que enciendan una fogata en la cima de la montaña central de la isla para que la alcance a ver algún barco que pase por allí y sepa que hay gente atrapada en la isla. Los niños se entusiasman con la idea y salen corriendo a la montaña, mientras que Ralph y Piggy se quedan detrás. Piggy sigue quejándose de la infantilidad y estupidez del grupo. 

Los chicos reúnen un montículo de leña y usan los anteojos de Piggy para enfocar la luz del sol y encender el fuego. Logran prender una gran fogata que pronto se apaga. Piggy declara enfadado que en adelante deben actuar con más inteligencia si quieren salir vivos de allí, pero hacen oído sordo a sus palabras. Jack ofrece a su grupo de cazadoras para que sean responsables de mantener vivo el fuego. Entonces, en sus frenéticos y desorganizados esfuerzos por reavivar las llamas, los chicos encienden una línea de árboles. Piggy, enfurecido por la desorganización del grupo, les dice furioso que uno de los más pequeño —el mismo que les habló de la bestia serpiente— estaba jugando cerca del fuego y ahora ha desaparecido. Los niños están cabizbajos y conmocionados, y Ralph se siente avergonzado. Fingen que no ha pasado nada. 

Análisis del Capítulo 2 

El conflicto entre los instintos civilizados y el salvajismo no tarda en surgir dentro del grupo: los chicos, especialmente Piggy, saben que deben actuar de forma ordenada y prudente si desean que los rescaten, pero cuanto más tiempo pasen alejados de la sociedad de adultos, más difícil les resulta adherirse al comportamiento disciplinado de la civilización. 

En el Capítulo 1, los chicos parecen decididos a recrear la sociedad que han perdido, pero ya en el Capítulo 2 les gana el instinto de jugar y satisfacer sus deseos más inmediatos en lugar de ser capaces de actuar colectivamente. Como resultado, fallan en encender el fuego y un niñito aparentemente muere quemado cuando se incendia el bosque. Las limitaciones de la sociedad aún persisten entre los jóvenes, que se sienten confundidos y avergonzados cuando se enteran de la desaparición del pequeño, indicio de que aún hay un sentido de moral que guía su comportamiento. 

El retrato que hace Golding de los personajes principales del grupo contribuye con el carácter alegórico de El Señor de las Moscas, ya que varios de ellos representan conceptos generales. Por ejemplo, Ralph, el protagonista de la novela, representa la civilización, la moral y el liderazgo, mientras que Jack, el antagonista, representa el deseo de poder, el egoísmo y la amoralidad. Piggy, por su parte, representa los aspectos científicos e intelectuales de la civilización, así como sus anteojos, que simbolizan la racionalidad y el intelecto, permiten encender el fuego. 

Ya los instintos salvajes de los chicos los llevan a valorar la fuerza y el carisma por encima de la inteligencia: a pesar de que Piggy tiene mucho que aportar a la naciente civilización de los chicos, ellos lo ven como un debilucho quejoso y, por tanto, lo desprecian y se niegan a escucharlo, incluso cuando sus ideas son buenas. Por ejemplo, cuando Piggy sugiere que busquen una forma de mejorar sus posibilidades de esperar el rescate, no le hacen caso, mientras que, cuando lo sugiere Ralph, más fuerte y carismático, aceptan hacer la señal de fuego. 

Aparte de los chicos, la señal de fuego y la “bestia” también están cargadas de significado simbólico. La señal de fuego sirve como barómetro del interés de los niños en preservar los lazos de la civilización: mientras siga viva, conservan la esperanza de que los rescaten y regresen a la sociedad, pero a medida que se obsesionan cada vez más con el poder y la matanza, pierden interés en el fuego. Cuando este finalmente se apaga, se completa su desconexión de las estructuras de la sociedad. 

Mientras tanto, la bestia que el pequeño dice haber visto también se convierte en un símbolo importante de la novela. En ese momento, la bestia no es más que una idea que asusta a algunos, pero a medida que avanza la novela, todo el grupo pasa a aceptar tácitamente su existencia. La bestia viene a representar los instintos de poder, violencia y salvajismo que acechan dentro de cada ser humano.