Resumen del Capítulo 3 

A los diecisiete años, Víctor se separa de familia en Ginebra para asistir a la universidad en Ingolstadt. Justo antes de partir, su madre se contagia fiebre escarlatina de Elizabeth, a quien ha estado cuidando, y muere. En su lecho de muerte, les ruega a Elizabeth y a Víctor que se casen. Varias semanas después, todavía de luto, Víctor se va a Ingolstadt. 

Al llegar a la universidad, encuentra alojamiento en la ciudad y programa una cita con un profesor de filosofía natural, M. Krempe. Krempe le dice que ha perdido tiempo leyendo a los alquimistas y esto le quita aún más las ganas de estudiar filosofía natural. Entonces asiste a una clase de química del profesor Waldman. Esta clase y una reunión posterior con el profesor lo convencen de seguir una carrera en ciencias. 

Resumen del Capítulo 4 

Víctor se lanza a sus estudios con entusiasmo y hace un buen progreso, dejando de lado su vida social y su familia que ha quedado lejos de allí, en Ginebra. Fascinado con los misterios de la creación de la vida, comienza a estudiar la constitución del cuerpo humano (anatomía) y su desintegración (muerte y descomposición). Tras varios años de incansable esfuerzo, domina todos los conocimientos que le han impartido y da un paso más: descubrir el secreto de la vida. 

En privado, escondido en su apartamento donde nadie puede verlo trabajar, decide comenzar la construcción de una criatura animada con la idea de crear una nueva raza de maravillosos seres. Se dedica a esta labor con gran celo, por lo que descuida todo lo demás: familia, amigos, estudios y vida social; se vuelve pálido, solitario y obsesivo. 

Resumen del Capítulo 5 

Una noche de tormenta, después de meses de trabajo, Víctor termina su creación, pero cuando le da vida, el terrible espectáculo lo horroriza. Se va corriendo a la habitación contigua, pero tiene pesadillas con Elizabeth y el cadáver de su madre. Al despertarse, descubre al monstruo que se cierne sobre su cama con una sonrisa grotesca y sale corriendo de la casa. Se pasa la noche dando vueltas por el patio. A la mañana siguiente, sale a caminar por Ingolstadt y evita por todos los medios regresar a su apartamento ahora maldito. 

Al pasar por la posada del pueblo, se encuentra con su amigo Henry Clerval, que acaba de llegar para estudiar en la universidad. Encantado de verlo —un soplo de aire fresco y un recuerdo de su familia después de tantos meses de aislamiento y vida insalubre—, lo lleva a su apartamento. Allí, cuida de entrar primero para asegurarse de que no haya rastros del monstruo. Entonces, debilitado por los meses de trabajo y conmocionado por el horrible ser que ha creado, cae enfermo al punto con una fiebre nerviosa que dura varios meses. Henry lo atiende hasta que se cura y, cuando se recupera, le entrega una carta de Elizabeth que le ha llegado mientras estaba enfermo. 

Análisis de los Capítulos 3–5 

Mientras que los dos primeros capítulos generan en el lector una mera sensación de fatalidad inminente, en estos capítulos Víctor se presenta ya en el irremediable camino hacia la tragedia. La creación del monstruo es un acto grotesco, muy alejado del triunfo científico que Víctor esperaba. Sus pesadillas reflejan su horror ante lo que ha creado y a la vez sirven como prolepsis de los acontecimientos que está por suceder en la novela. Las imágenes de Elizabeth “empalidecieron con el velo de la muerte” preparan al lector para la eventual muerte de Elizabeth y la conectan, aunque de forma indirecta, con la creación del monstruo. 

La búsqueda de conocimiento científico  revela mucho sobre la percepción que Víctor tiene de las ciencias en general. Las ve como el único camino verdadero hacia el nuevo conocimiento: “En otros terrenos, se puede avanzar hasta donde otros han llegado y quedarse ahí; en la investigación científica, en cambio, siempre hay materia sorprendente por descubrir”. La travesía de Walton hacia el Polo Norte es en este sentido “materia sorprendente por descubrir”, un paso hacia lo desconocido, tan tentador y oscuro. 

La simbología de la luz, que aparece ya en la primera carta de Walton (“¿Qué no se espera en un país de luz eterna?”), vuelve a aparecer en el relato de Víctor, pero esta vez dentro del contexto científico. “De pronto, una luz brilló entre estas tinieblas”, dice Víctor al describir su descubrimiento del secreto de la vida. “Una luz tan brillante y asombrosa”. La luz es reveladora, ilumina y aclara; es esencial para ver, y la vista es el camino hacia el conocimiento. Sin embargo, de la misma manera que la luz puede iluminar, también puede enceguecer; placenteramente cálida a niveles moderados, enciende peligrosas llamas a niveles extremos. Después de su primer uso metafórico de la luz como símbolo del conocimiento, Víctor se retira a su intimidad y le advierte a Walton “lo peligroso que es adquirir conocimiento”. Así, la luz siempre aparece emparejada con el fuego: la promesa de nuevos descubrimientos junto al peligro de impredecibles —y tal vez trágicas— consecuencias. 

El tema del secretismo se manifiesta en estos capítulos en tanto los estudios alejan cada vez más a Víctor de los seres que lo quieren y aconsejan. Lleva a cabo sus experimentos solo, siguiendo el ejemplo de los antiguos alquimistas, que protegían celosamente sus secretos y rechazaban el carácter público de las nuevas ciencias. En su trabajo, Víctor deja ver una enfermiza obsesión y la empresa de crear el monstruo le termina saliendo cara. Lo arrastras a las morgues en busca de partes y, lo que es más importante, lo aísla del mundo de las instituciones sociales abiertas. Si bien la presencia de Henry lo lleva a darse cuenta de su gradual pérdida de contacto con la humanidad, no se muestra dispuesto a contarle nada sobre el monstruo. El tema del secretismo en sí mismo se transforma ya que aparece ahora vinculado a la vergüenza y el arrepentimiento de haber deseado alguna vez crear una nueva vida. 

La reacción de Víctor ante su creación desata un tema inquietante que persiste a lo largo de toda la novela: la sensación de que el monstruo es ineludible, omnipresente, susceptible de aparecer en cualquier momento y causar estragos. Cuando Víctor regresa con Henry a su apartamento, abre la puerta “como hacen los niños cuando esperan encontrar un fantasma esperándolos al otro lado”, un eco aparente de las historias de fantasmas que leían Mary Shelley y sus compañeros de vacaciones. 

Tal como en los tres primeros capítulos, Víctor se dirige repetidamente a Walton, su público inmediato, lo que recuerda al lector el marco narrativo y las diversas capas de narradores y oyentes. Comentarios como “Temo, mi amigo, resultar tedioso narrando estas circunstancias preliminares” no solo le recuerdan al lector el público al que se dirige (Walton), sino que además remarcan la importancia relativa de cada pasaje. 

Shelley emplea también otros recursos literarios, como el apóstrofe, en el que el orador se dirige a un objeto inanimado, a una persona ausente o a una idea abstracta. Víctor se dirige ocasionalmente a algunas de las figuras de su pasado como si estuvieran con él a bordo del barco de Walton. “¡Distinguido amigo!”, exclama refiriéndose a Henry. “Cuán sincero fue tu amor y cuánto te esforzaste por elevar mi mente, hasta ponerla a la altura de la tuya”. El apóstrofe era el recurso predilecto de las poesías del marido de Mary Shelley, Percy Bysshe Shelley. Su presencia aquí podría reflejar cierto grado de influencia de Percy en la escritura de Mary.