Resumen del Capítulo 1 

El desconocido, que pronto se develará para el lector que es Víctor Frankenstein, comienza su relato. Empieza por sus antecedentes familiares, nacimiento y primeros años, y le cuenta a Walton sobre su padre, Alphonse, y su madre, Caroline. Alphonse pasó a ser el protector de Caroline cuando su padre Beaufort, un viejo amigo de Alphonse, había muerto en la pobreza. Se casaron dos años más tarde y Víctor nació poco después. 

A continuación, Frankenstein describe cómo su compañera de infancia, Elizabeth Lavenza, pasó a formar parte de su familia. En este punto de la narración difieren la versión original (1818) y la revisada (1831). En la original, Elizabeth es la prima de Víctor, hija de la hermana de Alphonse; cuando Víctor tiene cuatro años, la madre de Elizabeth muere y la familia Frankenstein la adopta. 

En la versión revisada, Caroline descubre a Elizabeth en un viaje a Italia, cuando Víctor tiene unos cinco años. Durante una visita a una familia italiana muy pobre, Caroline advierte a una niñita rubia entre los niños morenos. Al enterarse de que Elizabeth es la hija huérfana de un noble milanés y una mujer alemana, y de que la pobre familia apenas puede alimentarla, Caroline decide adoptarla y se la lleva con ella a Ginebra. Entonces, la madre de Víctor decide en el momento de la adopción que Elizabeth y Víctor deben casarse algún día. 

Resumen del Capítulo 2 

Elizabeth y Víctor se crían juntos como amigos. También florece su amistad con Henry Clerval, un compañero de escuela e hijo único, de modo que pasa su infancia felizmente, rodeado de un íntimo círculo doméstico. De adolescente, Víctor se siente cada vez más fascinado por los misterios del mundo natural. Por casualidad, encuentra un libro de Cornelius Agrippa, un erudito de las ciencias ocultas del siglo XVI, y se interesa en la filosofía natural. Estudia con entusiasmo los anticuados descubrimientos de los alquimistas Agrippa, Paracelsus y Albertus Magnus. 

Durante una feroz tormenta, es testigo del poder destructivo de la naturaleza cuando un rayo destruye un árbol cerca de su casa. Un filósofo naturalista moderno que acompaña a la familia Frankenstein le explica a Víctor el funcionamiento de la electricidad, ante lo cual las ideas de los alquimistas se vuelven anticuadas y sin valor. (En la versión de 1818, Víctor se convence de las ideas equivocadas de los alquimistas a raíz de una demostración que su padre hace con la electricidad). 

Análisis de los Capítulos 1–2 

Víctor pinta una imagen idílica de su infancia. Aunque la pérdida está presente —la pobreza de Beaufort y la orfandad de Elizabeth, por ejemplo— estas se ven siempre rápidamente aliviadas por la presencia de la cercanía y amor de la familia. No obstante, el lector puede percibir, ya en estos primeros pasajes, que la estabilidad y el confort de la familia están a punto de colapsar. A través de la narración de Víctor de una infancia alegre y una adolescencia excéntrica, se vislumbra la gran tragedia que pronto le sobrevendrá. 

Los personajes femeninos de Frankenstein desempeñan pocos papeles: el de la madre amorosa y sacrificada; el de la niña inocente y sensible; y el de la amante confundida, preocupada y abandonada. A lo largo de la novela, se muestran universalmente pasivas y solo reaccionan en los momentos más culminantes para exigir acción de parte de los hombres que las rodean. El lenguaje que Víctor emplea al describir la relación entre su madre y su padre queda respaldada por la pasividad de estas mujeres: cuando se refiere a su madre, dice que su padre “la pobre criatura lo recibió como un alma protectora y se encomendó a él”. 

Elizabeth, Justine Moritz y Caroline Beaufort encajan en este molde de mujer pasiva. Hay varios comentarios metanarrativos (es decir, observaciones que no se refieren al contenido de la trama, sino a la narración propiamente dicha) que le recuerdan al lector que el relato de Víctor está contenido en el de Walton. Víctor interrumpe su relato para contar cómo Elizabeth pasó a formar parte de su familia, justo antes del comentario “Pero antes de continuar con mi narración, debo hablar de un incidente”. La narración de Víctor está estructurada por este tipo de comentarios que le recuerdan al lector que dirige su relato a un público concreto: Walton. 

El presagio, o anticipación, es omnipresente en estos capítulos y, de hecho, durante toda la novela. Ya las cartas de Walton preparan el terreno para los trágicos acontecimientos que Víctor está por contar. Él hace alusiones constantes a su inminente desgracia; por ejemplo, cuando habla de su interés en la filosofía natural, dice “el genio que ha forjado mi destino” y “el impulso fatal que me llevó a la miseria”. El relato de Víctor está teñido de nostalgia por una época más feliz; se detiene en los dichosos momentos de su infancia junto a Elizabeth, su padre y su madre, y Henry Clerval. Pero incluso en medio de estos tranquilos recuerdos de la infancia, no puede dejar de ignorar las señales de la tragedia que se cierne sobre su inminente futuro; en cada acontecimiento, como la muerte de su madre, no ve más que “un presagio de mis futuras desgracias”. 

Este uso tan recargado del presagio cumple un efecto doble. Por una parte, intensifica el suspenso de la novela, ya que deja al lector preguntándose por la naturaleza de esa terrible tragedia que le ha causado tanto dolor. Por otra parte, resta suspenso, ya que el lector sabe con anticipación que Víctor ya no tiene esperanzas, que está condenado. El carácter inevitable de su tragedia se enfatiza mediante las palabras “destino”, “fatal” y “presagio”, lo que sugiere no solo un sentido de resignación, sino también, tal vez, un intento de negar su responsabilidad en su propia desgracia. Cuando describe su decisión de estudiar química, dice: “Así concluyó un día memorable para mí, que habría de decidir mi futuro destino”.