Resumen del Capítulo 56
Una semana después del compromiso entre Bingley y Jane, Lady Catherine de Bourgh visita a los Bennet. La dama quiere hablar con Elizabeth e insiste en que salgan afuera para conversar. Entonces, Lady Catherine le informa que le ha llegado el rumor de que Darcy tiene pensado casarse con ella. Insiste en que tal idea es ridícula dada la baja posición social de Elizabeth y el compromiso tácito entre Darcy y su propia hija.
Elizabeth oculta su sorpresa ante la noticia y trata a Lady Catherine con frialdad. Admite que ellos no están comprometidos, pero a pesar de las insistencias de la dama, se niega a prometerle que no se comprometerá con él. Lady Catherine le dice que está obligada a obedecerle por “las exigencias del deber, el honor y la gratitud”. Vuelve a presentar la consabida objeción: los Bennet tienen conexiones tan bajas que, si se casara con ella, Darcy “arruinaría su imagen ante todos sus amigos y lo convertiría en un objeto de desprecio para el mundo”. Elizabeth defiende a su familia y declara: “Soy la hija de un caballero” y luego afirma su independencia del exasperante control que esnobs como el Sr. Collins, la Srta. Bingley y la propia Lady Catherine siempre intentan ejercer sobre sus inferiores sociales. “Estoy decidida a actuar de la manera en que, crea, me traiga felicidad, por mi propia opinión, no por la suya, ni por la de ninguna persona tan ajena a mí”. Lady Catherine se marcha, furiosa y frustrada, y Elizabeth mantiene su conversación en secreto.
Resumen de los Capítulos 57–58
Poco después, llega una carta del Sr. Collins en la que sugiere que el compromiso entre Darcy y Elizabeth es inminente. La carta está dirigida al Sr. Bennet, quien se la lee a Elizabeth y comenta lo absurdo de la idea de un compromiso con Darcy: “que nunca ha mirado a ninguna mujer más que como una mancha, y que probablemente no te ha mirado a ti en su vida”.
Un tiempo después de la visita de Lady Catherine, Darcy vuelve a quedarse en casa de los Bingley en Netherfield. Los dos amigos visitan a los Bennet y dan un paseo todos juntos. Elizabeth y Darcy se quedan rezagados y cuando están a solas, Elizabeth le agradece por su generosidad al salvar el buen nombre de Lydia. Darcy le responde que solo lo hizo porque Lydia es su hermana, a lo que añade que sus sentimientos hacia ella no han cambiado desde su proposición. Elizabeth, en cambio, le dice que los suyos sí han cambiado y que ahora aceptaría casarse con él.
Resumen de los Capítulos 59–60
Esa noche, Elizabeth le cuenta a Jane la intención de Darcy de casarse con ella. Jane, estupefacta, no puede creer que Elizabeth ame de verdad a Darcy y ella le jura que sí. Al día siguiente, Darcy y Elizabeth vuelven a pasear juntos, y esa noche él acude al Sr. Bennet para pedirle la mano de su hija.
Al igual que Jane, el Sr. Bennet necesita que Elizabeth lo convenza de que realmente tiene sentimientos por Darcy. Después de jurarle su amor, le cuenta lo que hizo Darcy con Wickham. Entonces, la Sra. Bennet se entera del compromiso de su hija y se queda muda por un momento antes de estallar en gritos de alegría.
Darcy y Elizabeth conversan sobre cómo comenzó su amor y cómo fue creciendo. Darcy le escribe a Lady Catherine para informarle de su compromiso, mientras que el Sr. Bennet hace lo mismo con el Sr. Collins. Los Collins viajan a Longbourn para felicitar a la pareja (y escapar de la furiosa Lady Catherine), al igual que los Lucas y la Sra. Phillips.
Resumen del Capítulo 61
Después de las dos bodas, Bingley compra una finca cerca de Pemberley y las hermanas Bennet se visitan con frecuencia. Kitty se mantiene alejada de Lydia y de su mala influencia, y madura mucho gracias a su tiempo en casa de sus hermanas mayores. Lydia y Wickham siguen siendo incorregibles, le piden dinero a Darcy y visitan a los Bingley con tanta frecuencia que hasta el bueno de Bingley se harta de ellos. Elizabeth se hace muy amiga de Georgiana e incluso llega a tener una decente relación con la Srta. Bingley. Lady Catherine acepta eventualmente el matrimonio y visita a su sobrino y a su esposa en Pemberley. Darcy y Elizabeth siguen considerando a los Gardner amigos íntimos, y les están agradecidos por haber llevado a Elizabeth a Pemberley la primera vez y haber contribuido a su unión.
Análisis de los Capítulos 56–61
Lady Catherine es el último de los tantos obstáculos que enfrenta el romance entre Darcy y Elizabeth. En efecto, la confrontación entre ambas marca el momento más destacado de la heroína. Su encuentro cristaliza las tensiones creadas por su diferencia en el estatus social. Todas las cualidades que encarna Elizabeth hasta ahora —inteligencia, ingenio, falta de pretensiones y desagrado por el esnobismo— se vuelven evidentes en su diálogo con Lady Catherine. Esta, con el peso de su cuna y la fortuna de su lado responde a la desfachatez de Elizabeth con un esnobismo que refleja su inexpugnable preocupación por las cuestiones sociales y demuestra que no aprecia en absoluto la riqueza que ofrece el carácter de Elizabeth. La joven, por supuesto, aún no ha recibido una nueva proposición de Darcy ni tiene manera de saber que se avecina una, pero su orgullo por ella misma y por su amor a Darcy le permiten mantenerse firme ante la dominante Lady Catherine. Con la expresión de sus principios, Elizabeth demuestra la fuerza perdurable de su voluntad y su amor propio.
Tras el dinámico enfrentamiento entre estos dos aguerridos personajes, la proposición de Darcy, teóricamente el punto cúlmine de la novela, llega casi como una decepción. Como ya se señaló, Austen pocas veces pone en escena proposiciones exitosas en su totalidad; siguiendo esta línea, el narrador reduce el sí de Elizabeth a un breve párrafo. Algunos críticos han señalado que la novela se vuelve simplista en esta tercera y última parte ya que el personaje de Darcy cambia drásticamente de la figura arrogante de los primeros capítulos. Sin embargo, también se puede argumentar que su orgullo inicial se alimenta en cierta medida de los prejuicios iniciales de Elizabeth y que en tanto uno se disuelve con la madurez de su portador, también lo hace el otro.
La naturaleza de las novelas de Austen radica en la idea de que el amor debe vencer todos los obstáculos, ya sean sociales o personales. Al igual que para Darcy el amor triunfa sobre el orgullo de su condición social, para Elizabeth triunfa sobre sus prejuicios. Los amigos y la familia de Elizabeth, seguros de que Darcy le cae mal, le preguntan si se casa por amor; al final, en los escritos de Austen esta pregunta siempre resulta ser la más importante, dejando de lado la innegable relevancia que cobran las cuestiones sociales de clase, dinero y sentido práctico.