Resumen de los Capítulos 50–51
Elizabeth se da cuenta de que su opinión sobre Darcy ha cambiado tanto que, si él volviera a proponerle matrimonio, aceptaría. Sin embargo, comprende que, dado el vergonzoso comportamiento de Lydia y la incorporación de Wickham a la familia Bennet, tal proposición parece extremadamente improbable.
El Sr. Gardiner le escribe al Sr. Bennet para informarle que Wickham ha aceptado un encargo en el norte de Inglaterra. Lydia pide permiso para visitar a su familia antes de partir junto a su marido. Tras muchos debates, los Bennet finalmente acceden a que los recién casados se queden en su casa. Los diez días de la visita son difíciles: Lydia es ajena a todos los problemas que ha causado y Wickham se comporta como si no hubiera hecho nada malo. Una mañana, mientras está sentada con Jane y Elizabeth, Lydia describe su boda y menciona que Darcy estaba en la iglesia. Elizabeth se asombra y le envía una carta a la Sra. Gardiner pidiéndole detalles.
Resumen de los Capítulos 52–53
La Sra. Gardiner le responde a Elizabeth que en realidad fue Darcy quien dio con Lydia y Wickham, y quien le pagó a este para facilitar el casamiento. Da a entender que lo hizo por el amor que siente por Elizabeth. La sorpresa que le genera la carta es tan grande que no sabe si estar triste o alegrarse.
Después de la partida de Wickham y Lydia hacia su nuevo hogar en el norte, llegan noticias de que Bingley regresa a Netherfield Park por unas semanas. El Sr. Bennet se niega a visitarlo, para malestar de la familia. Sin embargo, tres días después de su llegada a Netherfield, Bingley va a la casa de los Bennet acompañado por Darcy. La Sra. Bennet se muestra excesivamente atenta con Bingley y bastante grosera con Darcy, ignorando por completo que fue él quien salvó a Lydia. Antes de partir, los caballeros prometen cenar pronto en Longbourn.
Resumen de los Capítulos 54–55
Darcy y Bingley acuden a cenar; Bingley se sienta al lado de Jane y le presta mucha atención, mientras que Darcy encuentra asiento en el extremo opuesto de la mesa al de Elizabeth, lo que imposibilita la conversación entre ambos. Elizabeth acepta que, al haber sido rechazado por ella una vez, Darcy no volverá a pedirle que se case con él.
Pocos días después, Bingley visita a los Bennet y la Sra. Bennet lo invita a cenar. Él responde que ya está comprometido para ese día, pero que acepta encantado la invitación para el día siguiente. Llega tan temprano por la mañana que las mujeres aún no se han vestido. Después de la comida, la Sra. Bennet se las arregla (torpemente) para dejar a Bingley a solas con Jane, pero este no le propone matrimonio. Sin embargo, a día siguiente, Bingley sale de caza con el Sr. Bennet y se queda a cenar. Tras la comida, se vuelve a quedar a solas con Jane y esta vez le dice que le pedirá su mano al Sr. Bennet, quien accede, luego, encantado. Jane le cuenta a Elizabeth que se siente “la criatura más feliz de la tierra”.
Arreglado el compromiso, Bingley va de visita con frecuencia. Jane se entera de que no tenía idea de que ella había estado en Londres en el invierno y se da cuenta de que sus hermanas intentaron alejarlos. Mientras tanto, en el pueblo comentan lo afortunados que son los Bennet con el matrimonio de su hija.
Análisis de los Capítulos 50–55
Resulta irónico el hecho de que Elizabeth se dé cuenta de que Darcy “es exactamente el hombre, por disposición y talentos, más apropiado para ella”, dado que ella no solo ha rechazado su proposición, sino que además lo hizo de una manera que dejaba claro que lo despreciaba. Para Elizabeth, la ironía es obvia: “se puso celosa de su estima, cuando ya no pudo esperar beneficiarse de ello (…) quería oír hablar de él cuando parecía no haber posibilidad de ganar inteligencia”. Sus sentimientos hacia Darcy son ahora los que él tenía hacia ella antes; ella supone que él ha cambiado de opinión y que ella ha llegado demasiado tarde, ya que supone que, aunque Darcy siguiera interesado en ella, la fuga de Lydia parece haber destruido cualquier posibilidad de que él vuelva a declararse. El asunto Lydia-Wickham sirve como recordatorio de la objeción original de Darcy a casarse con Elizabeth, y ella cree que sin duda él debe considerarlo un síntoma de la mala educación de la familia de ella y un ejemplo de la vergüenza que le supondría relacionarse con esta.
Si bien la esperanza que tiene Elizabeth de que Darcy vuelva a declararse no crece mucho en estos capítulos, el lector recibe indicios de que los sentimientos de Darcy hacia ella no se han alterado. Ha pagado por la boda de Lydia, lo que, para la perspicaz Sra. Gardiner –que analiza con sensatez las situaciones durante toda la novela–, puede deberse a una única razón. Los instintos de Elizabeth le sugieren lo mismo: “Su corazón le susurraba que lo había hecho por ella”. Sin embargo, insiste en acallar ese susurro, ya que su vergüenza por Lydia y su sentido del orgullo de Darcy la obligan a suponer que este nunca se relacionaría con su familia, especialmente ahora que el odioso Wickham es su cuñado.
El feliz desenlace del noviazgo de Bingley con Jane sugiere que a Darcy ya no le importa la baja condición social de las hermanas Bennet. Como prueba de que ha superado este importante obstáculo, al menos para algunos, ahora no hace nada para disuadir a su amigo de relacionarse con una familia de mala reputación. Mientras que antes había interrumpido el romance entre Bingley y Jane para proteger el estatus social de su amigo, ahora permite que su amor triunfe sobre su diferencia de clase, a pesar del escándalo de la fuga de Lydia, que podría haber utilizado fácilmente como excusa para distanciarse de los Bennet. Austen no permite que Elizabeth suponga nada del compromiso de Jane, pero al lector sí se le permite suponer que le seguirá otra boda.