Resumen
La historia está narrada por una joven llamada Jean Louise Finch, a la que casi siempre llaman por su apodo, Scout. Ella empieza explicando las circunstancias que provocaron la fractura del brazo de su hermano, Jem, hace muchos años y cuenta su historia familiar. El primero de sus antepasados en llegar a América fue un comerciante de pieles y boticario llamado Simon Finch, que se había ido de Inglaterra huyendo de la persecución religiosa y había establecido una próspera granja a orillas del río Alabama. La familia vivió durante muchos años gracias a esta granja, llamada Finch’s Landing. Los primeros en hacer su vida fuera de la granja fue el padre de Scout, Atticus Finch, que se recibió de abogado en el pueblo cercano de Maycomb, y su hermano, Jack Finch, que estudió medicina en Boston. Su hermana, Alexandra Finch, se quedó a cargo de Landing.
Como exitoso abogado, Atticus se gana la vida en Maycomb, un pueblo viejo, pobre y cansado, sumido en la Gran Depresión. Vive con Jem y Scout en la calle principal de Maycomb. Su cocinera, una vieja mujer negra llamada Calpurnia, lo ayuda con los niños y con la casa. La esposa de Atticus murió cuando Scout tenía dos años, así que ella no recuerda mucho a su madre. Pero Jem, que es cuatro años mayor que Scout, tiene recuerdos de su madre que a veces lo ponen triste.
En el verano de 1933, cuando Jem tiene casi diez y Scout, casi seis, un chico peculiar llamado Charles Baker Harris se muda a la casa de al lado. El niño, que se hace llamar Dill, pasa el verano con su tía, la Srta. Rachel Haverford, dueña de la casa contigua a la de los Finch. A Dill le encanta hablar mucho, salvo el tema de la falta de un padre en su vida, y es un niño muy inteligente que pronto se convierte en el principal compañero de juegos de los Finch. Durante todo el verano, los tres representan cuentos que han leído. Cuando se cansan de esta actividad, Dill sugiere que intenten hacer salir de su casa a Boo Radley, un misterioso vecino.
Arthur “Boo” Radley vive en la destartalada Casa Radley, y hace años que nadie lo ve afuera. Scout cuenta cómo, de niño, Boo se metió en problemas con la ley y su padre lo encerró en casa como castigo. No se supo nada de él hasta quince años después, cuando apuñaló a su padre con unas tijeras. Aunque todos decían que Boo estaba loco, el viejo Sr. Radley se negó a internar a su hijo en un manicomio. Cuando el anciano murió, el hermano de Boo, Nathan, vino a vivir a la casa con él. Sin embargo, Boo siguió sin salir.
Dill está fascinado con la historia de Boo e intenta convencer a los Finch para que lo ayuden a hacer salir a ese fantasma de Maycomb. Finalmente, reta a Jem a que corra y toque la casa. Jem lo hace y vuelve corriendo de prisa; no hay señales de movimiento en la casa de los Radley, aunque Scout cree ver que ver un ligero movimiento en una de las persianas, como si alguien se estuviera asomando.
Análisis
No había prisa, porque no había adónde ir, nada que comprar ni dinero para hacerlo, nada para ver fuera de los límites del condado de Maycomb, pero para algunas personas era una época de un vago optimismo: Maycomb sabía que no había nada de qué temer, salvo de sí mismo.
La historia que constituye casi la totalidad de Matar un ruiseñor tiene lugar entre el quinto y sexto cumpleaños de Scout Finch, pero se entiende que ella comienza su narración en primera persona, con la que se abre la novela, mucho más adelante. Como resultado, la voz narrativa fluctúa entre el punto de vista infantil, que relata los acontecimientos a medida que suceden, y la voz adulta, que mira su infancia en retrospectiva mucho años después. La voz inocente de la niña domina la trama central y es lo que permite que el lector haga conexiones y entienda los acontecimientos de una forma de la que la joven no es capaz. Al mismo tiempo, la narración muchas veces se extiende en digresiones sobre anécdotas y descripciones presentadas en retrospectiva, como la descripción que Scout hace de Maycomb en el primer capítulo: “Maycomb era un antiguo pueblo, viejo y cansando cuando lo conocí (…) Entonces, por alguna razón era más caluroso (…) entonces la gente se movía más lento”. Aquí, el lenguaje de Lee indica el recuerdo de un adulto más que la experiencia de una niña.
La estructura de Matar un ruiseñor es circular: la historia empieza donde termina. En la primera línea de la novela se presenta la fractura del brazo de Jem y se retrocede para cubrir los acontecimientos que conducen a ese accidente. La narradora utiliza este recurso para contar la historia de la familia Finch, presentando al legendario Simon Finch y a sus tres descendientes. Pero en esta fase de la novela, la historia familiar se trata como información de fondo, de importancia secundaria para el mundo privado de los jóvenes Finch. De este modo, en el primer capítulo solo vemos una breve descripción de Atticus, cuya importancia aumenta a medida que avanza la novela. Jem y Scout son el centro de la historia, con su mundo de imaginación y superstición, centrado en mitos del pueblo, como la curiosa historia de Boo Radley, y divertidas imaginaciones, como representar historias de los libros.
Dill domina esta primera parte de la novela: solo es un visitante de verano, sin conexión con el mundo adulto de Maycomb. A medida que este mundo adulto se impone más adelante en la novela, Dill desaparece de la historia. Por ahora, sin embargo, la escritura se apropia la perspectiva infantil de Dill y solo insinúa los problemas más oscuros y adultos en los que se verán envueltos Jem y Scout. Uno de los temas centrales de Matar un ruiseñor es el proceso de crecer y tener una perspectiva más madura de la vida. En consecuencia, la narración refleja gradualmente una pérdida de la inocencia, ya que la infancia despreocupada de este primer capítulo es sustituida lentamente por una historia adulta más oscura, peligrosa y cínica en la que los niños son solo participantes secundarios.
En el Capítulo 1, Boo Radley pasa a ser el centro de la curiosidad de los niños. Desde la inocente perspectiva infantil, al recluso no se le da ninguna identidad más allá de las supersticiones juveniles que lo rodean: Scout lo describe como un “fantasma malévolo” de seis pies de alto, que se alimenta de ardillas y gatos. Por supuesto, el lector se da cuenta de que debe haber algo más sobre esta historia que lo que implican estas supersticiones. Con el tiempo, Boo dejará de ser un villano de pesadilla para convertirse en un ser humano, y la comprensión que los niños tengan de él reflejará su propia transición hacia la edad adulta.