Resumen de los Capítulos 27–29 

En marzo, Elizabeth viaja con sir William Lucas para visitar a Charlotte y a su nuevo marido, el Sr. Collins. De camino, pasan una noche en Londres con Jane y los Gardiner. Elizabeth y la Sra. Gardiner hablan de los intentos de Wickham por conquistar a la Srta. King. Ella lo critica llamándolo “mercenario”, mientras que Elizabeth lo defiende, llamándolo “prudente”. Antes de irse de Londres, los Gardiner invitan a Elizabeth a acompañarlos en una excursión, quizás a los lagos, a lo que acepta encantada. 

Cuando Elizabeth llega a Hunsford, donde se encuentra la parroquia del Sr. Collins, este y Charlotte la reciben con entusiasmo. El segundo día de su visita, ve desde una ventana a la Srta. de Bourgh, hija de Lady de Bourgh, una muchacha “enfermiza y malhumorada”, según Elizabeth, y se imagina con cierta satisfacción a Darcy casándose con una persona tan poco atractiva. La Srta. de Bourgh los invita a cenar en Rosings, una mansión que deja asombrado por su grandeza hasta al mismo sir William Lucas. 

Durante la cena, Lady Catherine acapara la conversación y, después, interroga a Elizabeth sobre su educación, tras lo que determina que las hermanas Bennet han sido mal criadas. El hecho de que la Sra. Bennet no haya contratado a una institutriz, la falta de talento musical y artístico de las niñas y la propia insolencia de Elizabeth salen a colación hacia el final de la velada. 

Resumen de los Capítulos 30–32 

Una semana después, el sir William se marcha satisfecho con la alegría de su hija. Poco después, Darcy y un primo llamado coronel Fitzwilliam visitan a su tía en Rosings. Cuando el Sr. Collins presenta sus respetos, los dos hombres lo acompañan de vuelta a su casa parroquial y visitan brevemente a Elizabeth y Charlotte. 

Le sigue otra invitación a Rosings y el coronel Fitzwilliam pone especial atención en Elizabeth durante la cena. Después de la comida, ella toca el piano y se burla de Darcy, informando al coronel Fitzwilliam de su mal comportamiento en el baile de Meryton, en el que se negó a bailar con ella. Lady Catherine alecciona a Elizabeth sobre la manera correcta de tocar el instrumento y la obliga a no separarse del teclado hasta el final de la velada. 

Al día siguiente, Darcy visita la casa parroquial y le dice a Elizabeth que es poco probable que Bingley pase mucho tiempo en Netherfield Park en el futuro. El resto de la conversación es incómoda y, cuando Darcy se marcha, Charlotte declara que debe de estar enamorado de Elizabeth, pues de lo contrario no habría ido de esa forma tan extraña. Sin embargo, en los días siguientes, tanto Darcy como su primo se visitan con frecuencia y, finalmente, Charlotte conjetura que tal vez sea el coronel Fitzwilliam quien está interesado en Elizabeth. 

Resumen de los Capítulos 33–34 

En sus paseos por el campo, Elizabeth se encuentra frecuentemente con Darcy y su primo. Durante una conversación, el coronel Fitzwilliam menciona que Darcy afirma haber salvado recientemente a un amigo de un matrimonio imprudente. Elizabeth conjetura que el “amigo” era Bingley y el “matrimonio imprudente” era su enlace con Jane, por lo que considera a Darcy el causante de la infelicidad de su hermana. 

Sola en la casa parroquial, Elizabeth aún está reflexionando sobre lo que le ha dicho Fitzwilliam cuando Darcy entra y le declara abruptamente su amor. Su proposición de matrimonio se detiene largamente en la inferioridad social de ella y el rechazo inicialmente cortés de Elizabeth se convierte en una airada acusación. Ella le pregunta si saboteó el romance de Jane con Bingley y él admite que sí. Ella repite entonces las acusaciones de Wickham y declara que Darcy le parece orgulloso y egoísta, y que un matrimonio con él sería algo totalmente impensable. Darcy se marcha cabizbajo. 

Análisis de los Capítulos 27–34 

La Sra. Gardiner tiende a ser la voz de la razón en la novela y sus críticas hacia Wickham contrarrestan la negativa de Elizabeth a cuestionar los propósitos de este. Mientras que aquella ve motivos mercenarios en el interés de Wickham en la Srta. King, Elizabeth lo defiende y le pregunta a su tía “en términos matrimoniales, qué diferencia hay entre motivos mercenarios y prudentes”. Parece una buena pregunta que su tía no puede responder fácilmente, pero al formularla, Elizabeth va en contra de sus propios principios: ella misma ya se ha negado a casarse con el Sr. Collins por ventajas sociales y vuelve a hacerlo cuando Darcy se lo propone. Parece que la simpatía que siente por Wickham la lleva a traicionar su conciencia. 

Con la visita a Rosings, se presenta a Lady Catherine de Bourgh, que sirve como otro vehículo para la crítica de Austen hacia el esnobismo. El pasatiempo favorito de Lady Catherine es mandonear a los demás (“Elizabeth descubrió que a esta gran dama no se le escapaba ocasión de dictarles qué hacer a los demás”). La única persona que se atreve a hacerle frente a Lady Catherine es Elizabeth (como era de esperar, en consonancia con otras ocasiones en las que se da cuenta de las pretensiones de personas pomposas y arrogantes como el Sr. Collins y la Srta. Bingley). Cuando Lady Catherine critica la educación de las hermanas Bennet, Elizabeth defiende a su familia, “sospechando que es la primera criatura que se ha atrevido a jugar con tan digna impertinencia”. La misma digna impertinencia con la que Elizabeth combate las ideas preconcebidas de Lady Catherine reaparece más tarde cuando se niega a permitir que le impida casarse con Darcy. 

La proposición de Darcy es el punto de inflexión de Orgullo y prejuicio. Hasta este momento, el principal sentimiento de Elizabeth por Darcy se centra en la antipatía; después de la proposición, la novela narra el lento y constante nacimiento de su amor. Por ahora, sin embargo, la actitud de Elizabeth hacia Darcy se corresponde con los juicios que ya ha formado sobre él. Lo rechaza porque piensa que es demasiado arrogante, en parte por la primera impresión que tuvo de él en el baile de Meryton y en parte por el papel que cree que desempeñó en la desheredación de Wickham y su confeso papel en la interrupción del romance entre Jane y Bingley. 

Al igual que Elizabeth cede a sus prejuicios (aún no ha escuchado la versión de Darcy), Darcy se deja guiar por su orgullo. En su proposición, dedica más tiempo a subrayar el rango inferior de ella que a pedirle realmente que se case con él (“no fue tan elocuente en el tema de la ternura como en el del orgullo”). Este punto de inflexión se produce, en efecto, con los dos personajes centrales que ocupan posturas emocionales aparentemente irreconciliables. Esto deja al lector, en palabras del crítico Douglas Bush, “casi exactamente en la mitad del libro, preguntándose si el abismo (...) podrá salvarse y cómo”.