Resumen del Acto Cuarto IV, Escena iii 

El rey le habla a un grupo de asistentes para contarles de la muerte de Polonio y de su intención de enviar a Hamlet a Inglaterra. Rosencrantz y Guildenstern se presentan junto a Hamlet, que está custodiado. Ante la presión de Claudio para que revele el paradero del cuerpo de Polonio, Hamlet se muestra por momentos incoherente, evasivo y astuto, diciendo que a Polonio se lo están comiendo los gusanos y que el rey puede enviar un mensajero para que lo busque en el cielo o ir él mismo a buscarlo al infierno. Finalmente, Hamlet revela que el cuerpo está debajo de las escaleras cerca del vestíbulo, ante lo cual el rey envía a sus asistentes a que lo comprueben. El rey le dice a Hamlet que debe partir de inmediato a Inglaterra, a lo que Hamlet accede con entusiasmo. Cuando se retira, Claudio les encarga a Rosencrantz y Guildenstern que se aseguren de que aborde el barco. Solo con sus pensamientos, Claudio expresa su deseo de que Inglaterra obedezca las órdenes selladas que ha enviado por medio de Rosencrantz y Guildenstern, en las que exige que le den muerte al príncipe. 

Resumen del Acto Cuarto, Escena iv 

En una llanura cercana de Dinamarca, el joven príncipe Fortimbrás marcha al frente de su ejército, atravesando la nación camino de atacar Polonia. Le ordena a su capitán que vaya a pedir permiso al rey de Dinamarca para atravesar sus tierras. En su camino, el capitán se encuentra con Hamlet, Rosencrantz y Guildenstern, que se dirigen al barco con destino a Inglaterra. El capitán les informa de que el ejército noruego cabalga para enfrentarse a los polacos. Cuando Hamlet le pregunta a qué se debe el conflicto, el hombre le dice que los ejércitos se enfrentarán por “un pedacito de tierra que no tiene más valor que el nombre” (IV.iv.98-99). Hamlet se asombra ante la idea de librar una guerra sangrienta por algo tan insignificante y se maravilla de que los seres humanos sean capaces de actuar de forma tan violenta y decidida por tan poco beneficio. En comparación, Hamlet tiene mucho que ganar al buscar su propia venganza sangrienta contra Claudio, y aun así se retrasa y no actúa para conseguir su propósito. Disgustado consigo mismo por no haber cumplido con la venganza, declara que, a partir de ese momento, sus pensamientos serán sangrientos. 

Análisis del Acto Cuarto, Escenas iii–iv 

Como vimos en el Acto Cuarto, Escena ii, el asesinato de Polonio y el subsecuente encuentro traumático entre Hamlet y su madre parecen haberlo dejado en un estado mental frenético e inestable, estado en el que su naturaleza excitable se asemeja a la locura. Se burla de Claudio, hacia quien apenas disimula su hostilidad, y habla del asesinato de Polonio con juegos de palabras. También finge estar encantado con la idea de partir a Inglaterra con Rosencrantz y Guildenstern. 

En cierto modo, está preparado para lo que está por venir, algo que demuestra en la despedida de su madre, cuando dijo que confiaría en sus viejos compañeros como si fueran “colmillos de víbora”, es decir, serpientes venenosas (III.iv.185.2). Sin embargo, aunque Hamlet sospecha la traición de sus amigos, puede que no se dé cuenta del todo de la malevolencia de los designios de Claudio. El subterfugio de Claudio al pedirles a los ingleses que ejecuten a Hamlet revela hasta qué punto le teme: esté Hamlet cuerdo o loco, es una amenaza para él y desea verlo muerto. También es revelador que Claudio decida hacer que Hamlet sea asesinado en la lejana Inglaterra, en lugar de simplemente ejecutarlo en Dinamarca, porque allí lo ama todo el pueblo: “amado por la multitud distraída”, dice (IV.iii.4). Una vez más, mientras que el rey Hamlet era un valiente guerrero, el rey Claudio es un político astuto, que se esfuerza constantemente por fortalecer su propio poder, eliminar toda amenaza a su trono y manipular a los que lo rodean en su propio beneficio. 

En el Acto Cuarto, Escena iv, la obra vuelve a centrarse en el tema de la acción humana. El encuentro de Hamlet con el capitán noruego le recuerda al lector la presencia de Fortimbrás en el universo de la obra y sirve de otro ejemplo para Hamlet de la voluntad de acción que a él le falta. Antes, se había asombrado ante el actor que había evocado poderosos sentimientos por Hécuba, un personaje legendario que no significaba nada para él (II.ii). Ahora, lo asombra la voluntad de Fortimbrás de dedicar la energía de todo un ejército, probablemente malgastando cientos de vidas y arriesgando la suya propia, para reclamar un trozo de tierra sin valor en Polonia. Hamlet considera la ambigüedad moral de la acción de Fortimbrás, pero sobre todo le impresiona su firmeza, y esa firmeza se convierte en una especie de ideal por el que Hamlet decide finalmente luchar. “Que mis pensamientos sean sangrientos o no valgan nada”, declara (IV.iv.9.56). Por supuesto, no consigue poner en práctica esta exclamación, como no ha conseguido en ningún momento vengarse de Claudio. “Mis pensamientos son sangrientos”, dice, lo que pone de relieve que no diga: “Mis actos son sangrientos”.