Resumen del Acto Primero, Escena iii
En casa de Polonio, Laertes se prepara para partir hacia Francia. Al despedirse de su hermana Ofelia, le advierte que no se enamore de Hamlet, que, según él, viene de una cuna muy por encima de la suya como para poder amarla honorablemente. Dado que Hamlet es responsable no solo de sus sentimientos, sino de su posición en el estado, puede que le sea imposible casarse con ella. Ofelia promete tener en mente sus consejos de “vigilante”, pero le dice que no le dé consejos que él mismo no cumple. Laertes le promete que se cuidará también él.
Polonio entra para despedirse de su hijo, diciéndole que debe apresurarse a llegar a su barco, pero luego lo retrasa con una gran lista de consejos sobre cómo comportarse con integridad y sentido práctico. Polonio aconseja a Laertes que guarde sus pensamientos para sí mismo; que se abstenga de actuar según deseos precipitados; y que trate a la gente con familiaridad, pero no con impertinencia. Le aconseja que preserve a los viejos amigos y no se apresure a hacer otros nuevos; que sea lento a la hora de discutir, pero que luche con valentía si surge la necesidad; que escuche más de lo que diga; que vista con riqueza, pero no con ostentación; que se abstenga de pedir prestado o prestar dinero; y que, por sobre todo, sea fiel a sí mismo.
Laertes se marcha después de despedirse de Ofelia una vez más. A solas con su hija, Polonio le pregunta qué le ha dicho Laertes antes de partir, a lo que ella responde “algo sobre lord Hamlet” (I.ii.89). Polonio le pregunta sobre su relación con Hamlet y ella le dice que él asegura amarla. Polonio hace eco del consejo de Laertes y le prohíbe seguir relacionándose con el príncipe. Le dice que Hamlet la ha engañado al jurarle su amor y que ella debe advertir que son falsas promesas y rechazarlo. Ofelia promete obedecer.
Resumen del Acto Primero, Escena iv
Ya es de noche. Hamlet está de guardia fuera del castillo junto a Horacio y Marcelo, esperando en el frío que aparezca el fantasma. Pasada la medianoche, se escuchan trompetas y disparos que provienen del castillo, y Hamlet explica que es el rey que está pasando la noche de juerga como es costumbre en Dinamarca. Asqueado, Hamlet declara que es mejor romper este tipo de costumbres que mantenerlas, ya que la juerga del rey convierte a Dinamarca en el hazmerreír de otras naciones y menoscaba sus impresionantes logros. Entonces, aparece el fantasma y Hamlet lo llama. El fantasma le hace señas para que lo siga en la noche. Sus compañeros lo instan a que no lo haga, diciéndole que el fantasma podría conducirlo al mal.
Hamlet tampoco está seguro de si la aparición es realmente el espíritu de su padre o un demonio maligno, pero declara que la vida ya no le importa y que, si su alma es inmortal, el fantasma no puede hacerle ningún daño. Va detrás de la aparición y desaparece en la oscuridad. Horacio y Marcelo, atónitos, declaran que el suceso es un mal presagio para la nación. Horacio proclama que el cielo supervisará el resultado del encuentro de Hamlet con el fantasma, pero Marcelo dice que deberían seguirlo e intentar protegerlo ellos mismos. Después de un momento, Horacio y Marcelo siguen a Hamlet y al fantasma.
Análisis del Acto Primero, Escenas iii–iv
El activo, testarudo y afectuoso Laertes contrasta poderosamente con el contemplativo Hamlet, y se convierte así en uno de sus antagonistas más importantes en la obra. (Un antagonista es un personaje que acentúa por contraste las características de otro). En el transcurso de la trama, la indecisión de Hamlet con respecto a si vengar a su padre se contrasta con el deseo furioso de Laertes de vengar la muerte del suyo (III.iv). El Acto Primero, Escena iii, sirve para presentar este contraste. Dado que la última escena retrata el amargo estado de quiebre de la familia de Hamlet, en comparación, la animada normalidad de la casa de Polonio resulta aún más contrastante. El largo discurso de Polonio para aconsejar a Laertes sobre cómo comportarse en Francia es conscientemente paternal, casi en exceso, y subraya el contraste entre el amor paternal de Laertes y el estado de pérdida y distanciamiento de Hamlet. La conversación de este con el fantasma de su padre en el Acto Primero, Escena v, se presentará así como una grotesca recapitulación del discurso de padre a hijo, con un contenido mucho más oscuro.
Tal como en la escena anterior, cuando Claudio y Gertrudis le aconsejaron a Hamlet que se quedara en Dinamarca y dejara el luto, la tercera escena presenta también el motivo de la familia que aconseja, o que da órdenes enmascaradas en consejos. Mientras que Polonio y Laertes parecen tener una relación normal de padre e hijo, su relación con Ofelia parece un tanto problemática. Asumen una posición de autoridad incuestionable sobre ella: Polonio la trata como si sus propios sentimientos no valieran nada. (“¡Amor! Hablas como una niña ingenua”) y Laertes la trata como si le fallara el juicio (I.iii.101). Además, el discurso de Laertes está plagado de imágenes sexuales que se refieren a su “casto tesoro abierto” y a la “ingobernable importunidad” de Hamlet (I.iii.31–32). En combinación con la interacción excesivamente afectuosa entre hermanos, esta imaginería sexual crea un trasfondo incestuoso que alude, en última instancia, al matrimonio de Claudio con la mujer de su hermano y a los sentimientos apasionados y conflictivos de Hamlet por su madre.
La breve escena de transición que sigue tiene varias finalidades importantes, ya que Shakespeare comienza a construir un mundo unificado a partir de los diversos escenarios de la obra. Si bien hasta ahora la obra se dividió en diversos escenarios, en esta escena comienzan a fusionarse elementos propios de cada uno. Por ejemplo, Hamlet, asociado al mundo interior de Elsinore, ahora hace su aparición en su oscuro exterior. Del mismo modo, el terror afuera del castillo, que se había mantenido hasta el momento separado del gozoso interior, ahora se filtra por los muros con el sonido de la juerga de Claudio y alcanza a Hamlet y a sus compañeros en la noche.
En el Acto Primero, Escena iv, también pervive el desarrollo del motivo de la enfermedad de Dinamarca. Hamlet ve la juerga del rey como un signo más de la corrupción del estado y comenta que el alcohol hace que los aspectos negativos del carácter de una persona anulen todas sus virtudes. La aparición del fantasma vuelve a interpretarse como indicio de la decadencia de Dinamarca, esta vez en boca de Marcelo, que declara el famoso verso: “Algo huele a podrido en Dinamarca” (I.iv.67).
Por último, la reaparición del fantasma aún silencioso trae consigo el retorno del tema de la espiritualidad, la verdad y la inseguridad o, más concretamente, la incertidumbre de la verdad en un mundo de ambigüedad espiritual. Como Hamlet no sabe qué hay más allá de la muerte, tampoco puede saber si el fantasma es realmente el espíritu de su padre o si es un demonio maligno venido del infierno para tentarlo hacia su miseria. Esta incertidumbre sobre el mundo espiritual llevará a Hamlet a desgarradoras consideraciones sobre la verdad moral, que ya se plantearon en su deseo de suicidarse en el Acto Primero, Escena ii, y permanecerán presentes en las escenas siguientes.