Macbeth es una tragedia que narra la historia de un soldado cuya ambición y sed de poder desmedidos lo impulsan a dejar de lado su moral y a llevar casi a la perdición al reino que pretende regir. Al principio, el conflicto se desenvuelve entre Macbeth y sí mismo, ya que no está seguro de si debe tomar el poder de forma violenta, y entre él y su esposa, ya que Lady Macbeth lo insta a seguir un curso de acción que él no está seguro de tomar.
Una vez que Macbeth deja de luchar contra su ambición, el conflicto cambia de rumbo y pasa a entablarse principalmente entre Macbeth y los demás personajes, sobre todo Banquo y Macduff, que desafían su autoridad. Macbeth es el protagonista en el sentido de que es el centro de la narración y el público tiene acceso principalmente a su punto de vista. Sin embargo, como a menudo actúa en contra de sus propios intereses, así como de los mejores intereses de los demás personajes y de su país, es a su vez su antagonista. Los personajes que se oponen a Macbeth y terminan derrotándolo lo hacen para restaurar el orden y la justicia.
En realidad, la obra se inicia con las consecuencias de la ambición ajena. En la primera escena, el público se entera del conflicto sangriento que dejó la rebelión iniciada por el barón de Cawdor. Dicho acontecimiento anticipa las consecuencias de extralimitarse en el propio papel. El conflicto se origina cuando Macbeth se cruza con las brujas que le profetizan que será nombrado barón de Cawdor y, más tarde, rey de Escocia. En cuanto se da cuenta de que la primera profecía se hace realidad, se despierta en él la idea de que la segunda también se cumpla. Macbeth se maravilla diciéndose: “Se han dicho dos verdades, felices preludios al acto glorioso del asunto imperial” (1.3.128-130).
En un momento crucial de la obra, Macbeth se enfrenta a una disyuntiva: tomar medidas decisivas para reclamar la corona como suya o simplemente esperar a ver qué pasa. Todas las decisiones que toma en adelante y todo lo que ocurre durante el resto de la obra derivan de esta primera decisión. Macbeth se muestra vacilante, ya que quiere ser rey, pero también sabe que le debe lealtad a Duncan tanto “como pariente y como súbdito” (1.7.13).
La tensión entre el deber y la ambición se agudiza cuando Lady Macbeth se entera de la profecía de que su esposo será rey e inmediatamente comienza a maquinar estrategias para hacer que se cumpla. Ahora, Macbeth está dividido entre la lealtad que le debe a Duncan y la que le debe a su esposa, que no parece sentir culpa, dudas ni remordimientos ante el oscuro acto que trama. Está ansiosa por “verter mi espíritu en el oído [de Macbeth] y reprimir con el valor de mi lengua todo lo que lo aleje de ese aro dorado” (1.5.25-27). El público tiene la sensación de que Lady Macbeth ha estado esperando una oportunidad así para hacer uso de su inteligencia y habilidad estratégica.
Lady Macbeth logra manipular a su marido para que pase a la acción, diciéndole: “cuando te atreviste a hacerlo, entonces fuiste hombre” (1.7.49). Este conflicto inicial en torno a si es capaz de matar a su rey, que existe tanto consigo mismo como con su esposa, se resuelve cuando Macbeth actúa y mata a Duncan, y luego asciende al poder tras la huida de los herederos directos por miedo a que los acusen del crimen.
Tras el asesinato, el conflicto reside principalmente en el enfrentamiento entre Macbeth y los individuos que desconfían de su poder y de cómo lo ha conseguido. Una vez condenado con el asesinato de Duncan, nada podrá detener a Macbeth de aferrarse al trono. Al principio del Acto Tercero, el público se entera de que Banquo sospecha si Macbeth ha alcanzado el poder por medios nefastos. En parte tal vez porque sabe que Banquo tiene razones para desconfiar de él y ciertamente porque teme que los herederos de este sean una amenaza para su linaje, Macbeth dispone que lo asesinen junto a su hijo.
Tanto Macbeth como su esposa han cambiado: aquel que antes estaba dubitativo, ahora se muestra totalmente firme y resuelto; Lady Macbeth, antes ansiosa y sanguinaria, ahora cree que lo mejor es dejar las cosas como están. Por ejemplo, le dice explícitamente que “deje el asunto” (3.2.35), mientras le explica que “el mal comenzado se hace fuerte gracias al propio mal” (3.2.55). El asesinato de Banquo agudiza aún más el conflicto. Macbeth es sin duda una figura tiránica, y la trama gira en torno a su destitución y el castigo por sus crímenes.
El discurso expositivo que le da Lennox al lord en el Acto Tercero, Escena 6, deja en claro que las lealtades políticas han cambiado y que Macbeth ahora es visto como un usurpador que debe ser depuesto. Vemos que el gobierno de Macbeth resulta desastroso para Escocia en su totalidad, como Lennox lamenta el destino de “este nuestro sufrido país bajo una mano maldita” (3.6.49-50). La orden horrorosa que da Macbeth de asesinar a la esposa de Macduff y a sus hijos crea un conflicto personal más específico dentro del otro conflicto más amplio: Macduff ahora tiene un caso de venganza personal con Macbeth. Incitado por su rabia y dolor, este jura “Salir a buscar él mismo a ese demonio de Escocia y ponerlo sobre el filo de su propia espada” (4.3.234-235). La declaración de enemistad personal de Macduff contra Macbeth prepara el escenario para el conflicto final entre ambos y para su derrota. Un resultado positivo se hace imposible para Macbeth a medida que pierde gradualmente su autoridad, su poder y, finalmente, a su esposa.
En definitiva, la excesiva confianza de Macbeth en la creencia de que está destinado a ser rey lo lleva a la perdición, ya que malinterpreta las profecías de las brujas por pura arrogancia y cree estar seguro de que le han prometido gloria cuando, por el contrario, las profecías le han predicho cómo será derrotado. Aunque el público sabe desde hace tiempo que las brujas no son de fiar y que no traman nada bueno, Macbeth recién se da cuenta de esto cuando se enfrenta a su propia muerte. Se lamenta de que las brujas “jueguen con nosotros con esos equívocos que cumplen la promesa en la palabra, pero nos roban la esperanza” (5.8.20-22). Si bien culpa a las brujas, su propia ambición es igualmente responsable. Él escuchó lo que quiso escuchar y creyó lo que quiso creer desde el primer momento en que se cruzó con ellas.
Sin embargo, Macbeth no es un personaje totalmente incomprensible, ya que eran varias las fuerzas poderosas que lo incitaban a la acción, y durante mucho tiempo creyó de verdad que estaba siguiendo su destino. Su muerte resuelve el conflicto político y social, ya que ahora el rey legítimo puede volver al poder y restaurar el orden en Escocia. El breve desenlace de la acción permite augurar un futuro mejor bajo el nuevo reinado de Malcolm.