Resumen del Acto Primero, Escena I 

En una fría noche de invierno frente al castillo de Elsinore, en Dinamarca, un oficial llamado Bernardo llega para relevar al guardia Francisco. En la densa oscuridad, los hombres no pueden verse. Bernardo oye pasos que se acercan y exclama: “¿Quién anda ahí?” y cuando ambos se dan cuenta de que son los dos guardias, se relajan. Francisco, que está helado, cansado y aprensivo por las tantas horas de guardia, le agradece a Bernardo y se prepara para volver a su casa a acostarse. 

Poco después, Bernardo recibe la compañía de Marcelo, otro guardia, y de Horacio, un amigo del príncipe Hamlet. Bernardo y Marcelo le han instado a que los acompañe en la guardia porque tienen algo asombroso que mostrarle. Le cuentan por lo bajo sobre la aparición que han visto en las últimas dos noches y que ahora esperan poder mostrarle a Horacio: el fantasma del recientemente fallecido rey Hamlet que, según ellos, se les ha aparecido en las murallas del castillo a altas horas de la noche. 

Horacio se muestra escéptico, pero el fantasma aparece ante los hombres y desaparece tan repentinamente como se mostró. Aterrorizado, Horacio admite que el fantasma realmente se parece al rey de Dinamarca y que hasta viste la armadura que llevaba el rey Hamlet en las batallas contra los ejércitos noruegos y el mismo gesto con el que luchó contra los polacos. Horacio sentencia que el fantasma debe estar advirtiéndoles de alguna desgracia inminente que acecha Dinamarca, tal vez bajo la forma de un ataque militar. Relata la historia de las conquistas del rey de ciertos territorios que alguna vez pertenecieron a Noruega y afirma que Fortimbrás, el joven príncipe de Noruega, debe buscar ahora reconquistar esas tierras perdidas. 

El fantasma vuelve a materializarse por segunda vez y Horacio intenta hablarle, pero el espíritu se queda en silencio y vuelve a desaparecer justo cuando canta el gallo al despuntar el alba. Horacio propone que le cuenten sobre la aparición al príncipe Hamlet, hijo del difunto rey. Él cree que, aunque el fantasma no le haya hablado, si realmente es el espíritu del rey Hamlet, hablará con su hijo. 

Análisis 

Hamlet se escribió hacia el año 1600, durante los últimos años del reinado de la reina Elizabeth I, que había sido monarca de Inglaterra por más de cuarenta años y rondaba entonces sus entrados sesenta. La idea de la muerte de Isabel y la cuestión de su sucesor era un tema álgido en aquella época, ya que Isabel no tenía hijos y la única persona con derecho real legítimo al trono, Jacobo de Escocia, era hijo de María, reina de Escocia, y por tanto representaba a una facción política opuesta a la de Isabel. (Cuando Isabel murió en 1603, Jacobo en efecto heredó el trono y se convirtió en el rey Jacobo I). 

En este sentido, no es de extrañar que muchas de las obras de Shakespeare de este período, Hamlet incluida, traten del traspaso de poder entre monarcas. Estas obras se centran particularmente en las incertidumbres, traiciones y trastornos que suelen acompañar estos cambios de poder, y la sensación de ansiedad y temor generalizada que los rodea. La situación que Shakespeare presenta al principio de Hamlet es el momento que sigue a la muerte de un rey poderoso y querido, y el trono que ha heredado su hermano en lugar de su hijo, como habría de esperarse. Todavía en duelo por el viejo rey, nadie sabe bien qué esperar del nuevo monarca, y los guardias del castillo se muestran temerosos y desconfiados. 

La aparición sobrenatural del fantasma una noche escalofriante y neblinosa frente al Castillo de Elsinore indica de inmediato que algo no anda bien en Dinamarca. El fantasma es extensión de la sombra que el rey Hamlet proyecta sobre la nación, lo que indica que algo en torno a su muerte ha alterado el equilibro de la naturaleza. Dicha apariencia también concede forma física a la ansiedad temerosa que rodea toda transferencia de poder después de la muerte de un soberano e implica aparentemente que el futuro de Dinamarca es oscuro y aterrador. Horacio en particular ve el fantasma como un mal presagio que encarna la violencia y agitación de Dinamarca, y lo compara con los presagios sobrenaturales que supuestamente vaticinaron la muerte de Julio César en la antigua Roma (y que Shakespeare acaba de presentar en su obra Julio César). Como Horacio luego prueba estar en lo correcto al entender que la aparición presagia las inminentes tragedias de la obra, el fantasma funciona como una especie de anticipación interna, ya que no solo les sugiere tragedia a sus espectadores, sino también a los propios personajes de la obra. 

La escena también presenta al personaje de Horacio que, además del fantasma, es el único personaje principal de la escena. Sin sacrificar el flujo de la acción ni romper la atmósfera de terror, Shakespeare establece que Horacio es un hombre de buen humor, educado, inteligente y escéptico ante los sucesos sobrenaturales. Antes de ver al fantasma, insiste: “Tonterías, tonterías, no aparecerá” (I.i.29). Incluso después de verlo, se muestra reacio a dar plena credibilidad a las historias de magia y misticismo. Cuando Marcelo dice que ha oído que el canto del gallo tiene el poder de disipar los poderes malignos, al punto de que “ningún hada ni bruja tiene poder para hechizar”, Horacio responde: “Así he escuchado y en parte lo creo” enfatizando “en parte” (I.i.144–146). 

Sin embargo, Horacio tampoco está cegado por la razón y cuando ve el fantasma, no niega su existencia, sino que, por el contrario, se ve abrumado por el terror. Como se muestra capaz de aceptar la verdad de inmediato, aun cuando sus predicciones resultan erróneas, se subraya la credibilidad fundamental de este personaje. Su reacción al fantasma sirve para superar el sentimiento de incredulidad de parte del público, ya que el hecho de que un hombre tan escéptico, inteligente y digno de confianza como Horacio crea en el fantasma y le tema es mucho más impresionante y convincente que si sus únicos testigos hubieran sido un par de guardias supersticiosos. De este modo tan sutil, Shakespeare utiliza al personaje de Horacio para representar el punto de vista del público en esta escena. Al vencer la resistencia escéptica de este personaje, también suspende la incredulidad del púbico.