Resumen del Acto Quinto, Escena 1 

Por la noche, en el palacio del rey de Dunsinane, un médico y una dama conversan sobre el extraño hábito que tiene Lady Macbeth de caminar dormida. De pronto, Lady Macbeth entra en trance llevando una vela. Se lamenta de los asesinatos de Lady Macduff y Banquo, y cree ver sangre en sus manos y dice que nada podrá lavarla jamás. Se retira y deja estupefactos al doctor y a la dama al ver que esta ha caído en la locura. 

Resumen del Acto Quinto, Escena 2 

Fuera del castillo, un grupo de lores escoceses discute la situación militar: el ejército inglés se acerca, liderado por Malcolm, y el ejército escocés se reunirá con ellos cerca del bosque de Birnam, aparentemente para unir fuerzas. El “tirano”, como Lennox y los demás lores llaman a Macbeth, ha fortificado el castillo de Dunsinane y hace sus preparativos militares con una furia enloquecida. 

Resumen del Acto Quinto, Escena 3 

Macbeth entra a grandes zancadas al salón de Dunsinane junto al médico y sus ayudantes, jactándose orgulloso de que no tiene nada que temer del ejército inglés ni de Malcolm, porque “ninguno nacido de mujer” puede hacerle daño (4.1.96) y porque gobernará con seguridad “hasta que el bosque de Birnam se traslade a Dunsinane” (5.3.2). Llama a su criado Seyton, que le confirma que un ejército de diez mil ingleses se acerca al castillo. Macbeth insiste en vestir su armadura, aunque todavía falta tiempo para la batalla. El médico le dice al rey que Lady Macbeth no puede descansar debido a sus “densas fantasías”, y Macbeth le ordena que la cure de sus delirios (5.3.40). 

Resumen del Acto Quinto, Escena 4 

En el campo, cerca del bosque de Birnam, Malcolm habla con el lord inglés Siward y sus oficiales sobre el plan de Macbeth para defender el castillo fortificado. Deciden que cada soldado corte una rama del bosque y la lleve por delante mientras marcha hacia el castillo para disimular así su número. 

Resumen del Acto Quinto, Escena 5 

Qué es la vida sino una sombra andante, un pobre actor que se arrebata y pavonea sobre el escenario y nunca más se lo vuelve a oír. Es como el cuento que narra un idiota, que resuena con furia, pero no significa nada. 

Dentro del castillo, Macbeth ordena con desparpajo que se cuelguen estandartes y se jacta de que será capaz de repeler al enemigo. Se oye un grito de mujer y Seyton aparece para contarle a Macbeth que la reina está muerta. Conmocionado, Macbeth habla aturdido sobre el paso del tiempo y pronuncia el famoso verso de que la vida es “el cuento que narra un idiota, que resuena con furia, pero no significa nada” (5.5.25–27). Un mensajero llega con noticias sorprendentes: los árboles de Birnam avanzan hacia Dunsinane. Enfurecido y aterrorizado, Macbeth recuerda la profecía que anunciaba que no podría morir hasta que el bosque de Birnam se trasladara a Dunsinane. Resignado, declara que está cansado del sol y que al menos morirá en combate. 

Resumen del Acto Quinto, Escena 6 

Fuera del castillo, comienza la batalla. Malcolm les ordena a los soldados ingleses que arrojen sus ramas y desenvainen sus espadas. 

Resumen del Acto Quinto, Escena 7 

En el campo de batalla, Macbeth golpea enérgicamente a quienes lo rodean con arrogancia, seguro de que ningún hombre nacido de mujer puede hacerle daño. Mata al hijo de Lord Siward y desaparece en la refriega. 

Macduff aparece y busca a Macbeth frenéticamente en el caos para derrotarlo con su propia mano. Vuelve a adentrarse en la batalla. 

Malcolm y Siward aparecen y entran al castillo. 

Resumen del Acto Quinto, Escena 8 

En otro rincón de la batalla, Macbeth se encuentra por fin con Macduff. Se enfrentan y cuando Macbeth insiste en que es invencible por la profecía de las brujas, Macduff le dice que no ha nacido de una mujer, sino más precisamente ha sido “arrancado intempestivamente del vientre de su madre” (5.8.15–16). Macbeth teme de pronto por su vida, pero declara que no se rendirá “para besar el polvo antes que los pies del joven Malcolm y ser escarnio de la chusma injuriosa” (5.8.28–29). Se retiran peleando. 

Malcolm y Siward caminan juntos por el castillo que han tomado. Ross le dice a Siward que su hijo ha muerto. Macduff aparece sosteniendo la cabeza de Macbeth y proclama a Malcolm rey de Escocia. Malcolm declara que todos sus barones serán nombrados condes, según el sistema inglés de títulos, y que serán los primeros señores de este tipo en la historia de Escocia. Maldice a Macbeth y a su “diabólica” reina, y llama amigos a todos los presentes, a quienes invita a su coronación en Scone (5.8.35). 

Análisis del Acto Quinto, Escenas 1–8 

El ritmo acelerado de la trama alcanza un frenesí vertiginoso en el Acto Quinto, en el que las extensas escenas de los actos anteriores dan lugar a una ráfaga de tomas cortas, cada una de las cuales impulsa la acción hacia una violenta conclusión con la batalla frente al castillo de Dunsinane. Vemos los preparativos del ejército y de Malcolm antes de la batalla, el cumplimiento de las profecías de las brujas y la muerte de Macbeth y su esposa. Lady Macbeth, con los nervios fuera de control por el peso de la culpa y la paranoia, sufre de sonambulismo y de los delirios de tener las manos manchadas de sangre. “Fuera, ¡maldita mancha!” grita en uno de los versos más famosos de la obra y añade: “Pero ¿quién iba a decir que el viejo tendría tanta sangre?” (5.1.30, 33–34). Su creencia en que nada puede lavar la sangre es, por supuesto, una inversión irónica y dolorosa de su anterior afirmación a Macbeth de que “un poco de agua nos limpia de este acto” (2.2.65). Macbeth tampoco puede dormir, y su insomnio y el de Lady Macbeth fueron presagiados por la alucinación que él tiene en el momento del asesinato, cuando cree que una voz grita “Macbeth asesina durmiendo” (2.2.34). 

Al igual que la muerte de Duncan y la coronación de Macbeth, el suicidio de Lady Macbeth tampoco ocurre en escena, sino que simplemente se informa. Macbeth se muestra insensible ante la noticia de la muerte de su esposa, lo que parece sorprendente, sobre todo teniendo en cuenta el gran amor que parece haber tenido por ella. Sin embargo, su respuesta indiferente refleja la desesperación que se ha apoderado de él al darse cuenta de que lo que al parecer es el juego de la vida está a punto de terminar. De hecho, el discurso de Macbeth tras la muerte de su esposa es una de las expresiones de desesperación más famosas de toda la literatura: 

“Mañana, y mañana, y mañana se arrastra con paso mezquino día tras día hasta la sílaba final del tiempo escrito y todos nuestros ayeres han iluminado el camino de los tontos hasta la muerte en el polvo. Apágate, apágate breve llama. Qué es la vida sino una sombra andante, un pobre actor que se arrebata y pavonea sobre el escenario y nunca más se lo vuelve a oír. Es como el cuento que narra un idiota, que resuena con furia, pero no significa nada. (5.5.18–27) 

Estas palabras reflejan los sentimientos de Macbeth de desesperación, por supuesto, pero también muestran un lado de justificación, ya que, si la vida “resuena con furia, pero no significa nada”, entonces sus crímenes tampoco tienen sentido y pierden toda malicia. 

Además, cuando insiste en que “[la vida] es un pobre actor que se arrebata y pavonea sobre el escenario”, podría interpretarse como un comentario oscuro y hasta subversivo sobre la relación entre el público y la obra. Después de todo, Macbeth no es más que un actor en un teatro inglés y su enunciado contradice la suspensión de incredulidad que el público debe mantener para entrar en la acción de la obra. Si tomamos la declaración de Macbeth como expresión de la propia perspectiva de Shakespeare sobre el teatro, entonces toda la obra puede verse como algo “que resuena con furia, pero no significa nada”. Es cierto que parece improbable que el dramaturgo hubiera puesto su propia perspectiva en escena en boca de un asesino desequilibrado y desesperado como Macbeth. Sin embargo, las palabras del personaje nos recuerdan la teatralidad esencial de la acción: que los largos soliloquios, las muertes fuera de escena y los discursos poéticos no pretenden captar la realidad, sino reinterpretarla para evocar una determinada respuesta emocional del público. 

A pesar del puro nihilismo de este discurso, Macbeth parece fluctuar entre la desesperación y una ridícula bravuconería, haciendo que su propia disolución sea más escabrosa y compleja que la de su esposa. Embelesado por un falso sentido de seguridad por la última profecía de las brujas, se entrega a la jactancia y a una especie de arrogancia autodestructiva. Cuando comienza la batalla, Macbeth se aferra, contra toda evidencia aparente, a la idea de que no podrán hacerle daño porque está protegido por la profecía, aunque sea discutible si realmente lo cree a estas alturas o simplemente se aferra al último hilo de esperanza que le queda. 

Macbeth dejó de ser un héroe simpático una vez que tomó la decisión de matar a Duncan y hacia el final de la obra se ha vuelto tan repulsivo moralmente que su muerte supone un profundo alivio. La virtud debe controlar la ambición y la sed de sangre para que se restauren el orden y la forma en el clamor y la furia de la existencia humana. Solo con la victoria de Malcolm y su asunción a la corona, Escocia, y la propia obra, podrán salvarse del caos engendrado por Macbeth.