Resumen del Acto primero, Parte 3 (La entrada del reverendo Hale hasta la escena final)
El reverendo Hale es un hombre intelectual que se ha dedicado a estudiar mucho sobre la brujería. Llega a la casa de Parris con una pesada carga de libros. Hale les pregunta a Proctor y a Giles si tienen hijos embrujados. Giles dice que Proctor no cree en brujas y Proctor niega haber expresado su opinión al respecto y lo deja a Hale hacer su trabajo.
Parris le relata la historia de haber sorprendido a las niñas bailando en el bosque por la noche y la Sra. Putnam informa que había enviado a su hija a conjurar los espíritus de sus hijos muertos. Le pregunta si le parece natural el hecho de ver morir a siete niños antes de cumplir un solo día de vida. Hale consulta sus libros mientras Rebecca afirma que es demasiado vieja para presenciar el proceso. Parris insiste en que esto puede llevarlos a encontrar el origen de todos los problemas de la comunidad, pero ella hace oídos sordos y se marcha.
Giles le pregunta a Hale qué significado puede tener leer libros extraños, ya que a menudo encuentra a su esposa, Martha, haciendo precisamente eso. La noche anterior, él había intentado rezar, pero se había dado cuenta de que no pudo hacerlo hasta que Martha cerrara su libro y saliera de la casa. (Giles tiene una mala reputación en Salem y generalmente se lo culpa por robos o incendios fortuitos. Le importa poco la opinión pública y solo comenzó a ir a la iglesia con regularidad después de casarse con Martha. Giles olvida mencionar que hace poco que aprendió las oraciones y que las más pequeñas distracciones le generan problemas para recitarlas). Hale considera detenidamente la información y llega a la conclusión de que tendrán que discutir el asunto más tarde. Un poco desconcertado, Giles afirma que no pretende decir que su mujer sea una bruja, sino que solo quiere saber qué lee y por qué le oculta los libros.
Hale interroga a Abigail acerca del baile en el bosque, pero ella sigue sosteniendo que no tenía nada que ver con la brujería. Parris vacila en añadir que vio una tetera en la hierba cuando las descubrió bailando. Abigail dice que contenía sopa, pero Parris insiste en haber visto algo que se movía en su interior. Abigail entonces dice que se había metido un sapo. Bajo un severo interrogatorio, insiste en que no fue ella quien llamó al Diablo, sino Tituba. Ella niega haber bebido del contenido de la tetera, pero cuando llevan a Tituba a la habitación, Abigail la señala y declara que la obligó a beber sangre. Tituba les dice a Parris y Hale que Abigail le rogó que conjurara y urdiera un hechizo.
Tituba insiste en que alguien está embrujando a las jóvenes, porque el Diablo tiene muchas brujas a su servicio. Hale le aconseja que se abra a la gloria de Dios y le pregunta si alguna vez ha visto a alguien de Salem con el Diablo. Putnam sugiere los nombres de Sarah Good o Goody Osburn, dos marginadas locales. En una marea creciente de exultación religiosa, Tituba dice que vio a cuatro personas con el Diablo. Le informa también a Parris que el Diablo le dijo varias veces que lo matara mientras dormía, pero que ella se negó a hacerlo a pesar de que el Diablo le había prometido concederle la libertad y enviarla de vuelta a su Barbados natal a cambio de su obediencia. Ella cuenta que el Diablo le dijo que hasta tenía personas blancas en su poder y que le había mostrado a Sarah Good y a Goody Osburn. La Sra. Putnam declara que la historia de Tituba tiene sentido porque Goody Osburn había asistido el parto de tres de sus fallecidos hijos. Abigail añade el nombre de Bridget Bishop a la lista de las acusadas. Betty se levanta de la cama y entona más nombres. La escena se cierra con Abigail y Betty, en un éxtasis febril, alternándose para sumar nombres a la creciente lista. Hale manda a llamar al alguacil para que traiga cadenas para arrestar a las acusadas de brujería.
Análisis del Acto primero, Parte 3 (La entrada del reverendo Hale hasta la escena final)
En una teocracia, parte del papel del estado es vigilar las creencias. Por lo tanto, el ciudadano común sufre una gran presión por informar el discurso blasfemo de sus vecinos en nombre del deber cristiano. La afirmación que Giles hace ante Hale de que Proctor no cree en brujas no surge necesariamente del deseo de cumplir con su deber cristiano, hasta puede que solo esté bromeando. Sin embargo, la naturaleza inesperada de su afirmación indica que denunciar las palabras o pensamientos heréticos de un vecino es un comportamiento firmemente establecido en Salem.
Rebecca, una figura respetable y sensata, teme que una investigación ante sospecha de brujería lo único que haga es empeorar la división al interior de la comunidad de Salem. La declaración de Parris de que una investigación exhaustiva podría llegar a la raíz de todos los problemas de la comunidad termina siendo acertada, aunque no como él prevé. Los juicios por brujería sí logran sacar a la luz todos los problemas de la comunidad, pero de la peor manera posible. El amplio espectro de la brujería permite que los ciudadanos adjudiquen la culpa de los fracasos políticos, las muertes de niños y las disputas por las tierras a influencias sobrenaturales. Así, nadie tiene que admitir la responsabilidad individual ante ninguno de los conflictos que dividen la comunidad ni confrontar con ninguno de sus problemas personales a otros individuos porque todos pueden simplemente decir: “Me obligó el Diablo”.
La manera de reaccionar del reverendo Hale ante el relato de Giles sobre Martha revela las peligrosas implicaciones de una celosa caza de brujas. Normalmente, la lectura de libros no relacionados con la Biblia se consideraría un aprovechamiento inmoral del tiempo, pero desde luego no se interpretaría como prueba de brujería. Pero, con Hale presente y la idea de la brujería en el aire, la mínima conducta poco ortodoxa se convierte automáticamente a algo sospechoso.
La reacción de Abigail ante la creciente presión determina la forma en que se desenvuelve el resto de los juicios por brujería. Como ya no puede negar realmente su participación en la brujería, admite su culpa, pero se la adjudica a Tituba. Admite haber participado en el acto de brujería, pero declara que Tituba la ha obligado. La reacción de Tituba ante tal acusación sigue el ejemplo de Abigail: admite su culpabilidad en un entorno público y recibe la absolución, para luego completar su autolimpieza trasladando la culpa a los demás. De este modo, la admisión de la participación en la brujería funciona como el ritual mismo de la confesión.
El ritual de la confesión en los juicios por brujería también permite la expresión de sentimientos que de otro modo no podrían verbalizarse en la represiva Salem. Al poner sus propios pensamientos en boca del Diablo, Tituba puede expresar su ira reprimida por tanto tiempo contra el hombre que la esclaviza. Además, afirma que el Diablo la tentó mostrándole algunas personas blancas sobre las que tiene poder. Al nombrar al Diablo como propietario de esclavos, acusa sutilmente a Parris y a otros ciudadanos blancos de hacer el trabajo del Diablo al aprobar la esclavitud. Tituba es naturalmente una figura impotente; en el contexto de los juicios por brujería, sin embargo, adquiere un poder y una autoridad antes desconocidos para ella. Antes nadie habría escuchado seriamente lo que tenía para decir. Ahora, en cambio, está en una posición de autoridad que la habilita a nombrar los pecados secretos de otros residentes de Salem. Utiliza ese poder y esa autoridad para hacer acusaciones que antes le habrían valido una golpiza. Las jóvenes Abigail y Betty siguen el mismo patrón y se empoderan a través de su supuesta histeria religiosa.