Resumen 

Esa noche, Nick regresa de la ciudad después de un cita con Jordan y se sorprende al ver la mansión de Gatsby totalmente iluminada, pero vacía, al parecer, ya que la casa está en silencio. Cuando está por llegar a su casa, se sobresalta al encontrarse con Gatsby que se le acerca por el jardín. Parece agitado y casi desesperado por complacer a Nick: lo invita a Coney Island y luego a nadar en su piscina. Nick se da cuenta de que su nerviosismo se debe a que quiere que cumpla su plan de invitar a Daisy a tomar el té. Nick promete ayudarlo con el plan. Entusiasmado, Gatsby inmediatamente ordena que le corten el césped y también le ofrece la oportunidad de ganar dinero trabajando con él en algún negocio secundario, asuntos que no tienen nada que ver con Meyer Wolfsheim. Nick se siente un tanto ofendido al ver que Gatsby quiere pagarle por organizar el encuentro con Daisy y rechaza sus ofertas, pero aun así acepta llamar a Daisy para invitarla a tomar el té en su casa. 

El día de la reunión llueve y Gatsby se pone muy nervioso. A pesar de la lluvia, envía a un jardinero a que corte el césped de Nick y a otro hombre con flores. A Gatsby le preocupa que, aunque Daisy acepte sus insinuaciones, las cosas entre ellos no vuelvan a ser como en Louisville. Cuando Daisy llega y Nick la hace pasar, este descubre que Gatsby ha desaparecido de repente. Entonces, llaman a la puerta y entra Gatsby, que vuelve de dar un paseo por la casa bajo la lluvia. 

Al principio, el reencuentro entre Gatsby y Daisy es muy incómodo. En su nerviosismo, Gatsby tira un reloj de la casa de Nick y dice apenado que la reunión ha sido un error. Sin embargo, después de dejarlos solos una media hora, Nick regresa para encontrarlos con una felicidad radiante: Daisy llora de alegría y a Gatsby le brillan los ojos. Afuera ha dejado de llover y Gatsby los invita a su casa, donde puede mostrarles sus posesiones. Daisy queda estupefacta por su lujoso estilo de vida y, cuando le muestra su gran colección de camisetas inglesas, ella rompe en llanto. Gatsby le cuenta sobre las largas noches que ha pasado en vela contemplando la luz verde de su muelle, soñando con su futura felicidad. 

Nick se pregunta si Daisy podrá estar a la altura de la visión que Gatsby tiene de ella, ya que parece haberla idealizado tanto que la Daisy real, por más encantadora que sea, casi con toda seguridad no podrá estar a la altura de sus expectativas. Por el momento, sin embargo, su romance parece reavivarse. Gatsby llama a Klipspringer, un extraño personaje que parece vivir en su mansión, y le pide que toque el piano. Klipspringer toca una canción popular llamada “Ain't We Got Fun?”. Nick se da cuenta rápidamente de que Gatsby y Daisy se han olvidado de que él está allí. En silencio, se levanta y los deja solos. 

Análisis 

El Capítulo 5 funciona como punto de inflexión en El gran Gatsby, ya que el reencuentro con Daisy es la escena en que la novela cambia de dirección. Antes de este acontecimiento, la historia de su relación solo existe en perspectiva, en tanto Gatsby avanza hacia un sueño que nadie más que él puede discernir. Después, la trama cambia de dirección y se centra en el romance entre Gatsby y Daisy, y las tensiones de su relación se vuelven reales. Después de que se revela su historia con la joven, se vuelve inevitable su reencuentro y es muy apropiado que en este capítulo se evoque el tema de la importancia que tiene el pasado con respecto al futuro. A medida que se exploran las ideas de amor, exceso y del sueño americano, se hace cada vez más evidente para el lector que el marco emocional de Gatsby no está sincronizado con el paso del tiempo. El nerviosismo que le genera el presente y cómo puede haber cambiado la actitud de Daisy hacia él hacen que tire el reloj de Nick, lo que simboliza la torpeza con la que intenta detener el tiempo y recuperar el pasado. 

El carácter de Gatsby durante su encuentro con Daisy es el más puro y revelador. La teatralidad que a menudo proyecta se desvanece y, por una vez, todas sus respuestas parecen auténticas. Se olvida de su papel de hombre de la alta sociedad educado en Oxford y se muestra como un joven torpe y enamorado. Daisy también se muestra sincera cuando la dominan las emociones. Antes del encuentro, Daisy exhibe su clásico humor sardónico; cuando Nick la invita a tomar el té y le dice que vaya sin Tom, ella le responde: “¿Y quién es Tom?”. Cuando ve a Gatsby, en cambio, se desvanece ese barniz chispeante y, en casa de este, le sobreviene un llanto sincero ante su éxito al ver la cantidad de costosas camisetas inglesas. 

Una de las principales virtudes que Nick dice poseer, junto con su honestidad, es la tolerancia. En un sentido, el haber arreglado la reunión lleva su tolerancia casi al nivel de la complicidad: tal como ve con tolerancia a Tom divirtiéndose con Myrtle, de la misma manera facilita el inicio de la relación extramatrimonial de Daisy, lo que contribuye a arruinar potencialmente su matrimonio. Esto vuelve más irónico el hecho de que Nick siempre se sienta disgustado por la decadencia moral entre el círculo de ricos de Nueva York. Sin embargo, en este caso, las acciones podrían estar justificadas por el amor sincero e intenso que indudablemente sienten Gatsby y Daisy, un amor que Nick percibe como ausente en la relación entre ella y Tom. 

En este capítulo, la casa de Gatsby se compara varias veces con la de un señor feudal, y sus ropas importadas, antigüedades y lujos muestran una nostalgia por el estilo de vida de un aristócrata británico. Aunque Nick y Daisy se muestran asombrados y deslumbrados ante las espléndidas posesiones de Gatsby, en la narración de Nick hay varios indicios que sugieren que algo no está bien en ese traslado del estilo de vida de un aristócrata a la democracia estadounidense. Por ejemplo, Nick observa que el constructor de la casa en la que ahora vive Gatsby les había intentado pagar a los vecinos para que hicieran sus tejados de paja, para que combinaran con el estilo de la mansión. Se negaron, dice Nick, porque los estadounidenses se obstinan en no querer pasar por campesinos. Thomas Jefferson y los demás padres fundadores imaginaron la nación como un lugar libre de las injusticias de clase y casta, un lugar donde la gente de origen humilde tuviera la libertad de intentar crecer económica y socialmente. El Capítulo 5 sugiere que este sueño de prosperidad, llevado a su conclusión lógica, resulta en una imitación superficial del viejo sistema social europeo del que intentaron apartarse los Estados Unidos.