Resumen

Después de los acontecimientos traumáticos, Nick pasa la noche en vela. Antes del amanecer, se levanta inquieto y va a visitar a Gatsby a su mansión. Él le dice que se quedó esperando a Daisy hasta las cuatro de la madrugada y que no sucedió nada: ni Tom intentó hacerle daño ni ella salió a buscarlo. Nick le sugiere que se olvide de ella y se marche de Long Island, pero él se niega a la posibilidad de olvidarla. 

Con tono melancólico, Gatsby le cuenta cómo la cortejaba en Louisville en 1917. Le dice que la amaba por su juventud y vitalidad, y que idolatraba su posición social, su riqueza y su popularidad. Añade que ella fue la primera mujer a la que se sintió unido y que ha mentido sobre su pasado para hacerle creer que era digno de ella. Finalmente, hicieron el amor y para él fue como si se hubieran casado. Ella le prometió esperarlo cuando se marchó a la guerra, pero luego se casó con Tom, alguien que contaba con una posición social sólida y la aprobación de los padres de Daisy. 

Entonces, el jardinero de Gatsby interrumpe el relato para decirle que tiene pensado vaciar la piscina. Si bien el día anterior fue el más caluroso del verano, el otoño ya está en el aire esa mañana y al jardinero le preocupa que las hojas secas obstruyan los desagües. Gatsby le dice que espere un día; dice que nunca ha usado la piscina y que quiere darse un baño. Nick se ha quedado tanto tiempo hablando con Gatsby que llega muy tarde al trabajo. Finalmente, cuando se despide de él, se vuelve y le grita que Gatsby vale más que los Buchanan y todos sus amigos. 

Nick va a la oficina, pero está demasiado distraído para concentrarse y hasta rechaza una cita con Jordan Baker. Su narración entonces cambia de dirección y le cuenta al lector lo que sucedió en el taller de Wilson tras el accidente de Myrtle (detalles que Nick conoce a través de Michaelis): George Wilson se queda despierto toda la noche hablando con Michaelis sobre Myrtle. Le cuenta que antes de morir, había discutido por su amante y él le había dicho que no podía ocultar sus pecados a los ojos de Dios. 

A la mañana siguiente del accidente, Wilson se siente sobrecogido bajo los ojos del Dr. T. J. Eckleburg, iluminados por el amanecer. Cree que son los propios ojos de Dios y salta a la conclusión de que quien conducía el carro que asesinó a Myrtle debía de ser su amante. Wilson cree que Dios exige venganza y parte en busca del propietario del carro. 

Wilson va en busca de Tom, porque sabe que él conoce al dueño del carro, ya que él mismo lo estaba conduciendo más temprano ese día, aunque sabe que él no pudo haber sido el asesino ya que había llegado más tarde en otro carro junto con Nick y Jordan. Wilson llega finalmente a la casa de Gatsby, donde lo encuentra descansando sobre un inflable en la piscina contemplando el cielo. Wilson le dispara y lo mata al instante, para luego dispararse a él mismo. 

Nick vuelve de prisa a West Egg y se encuentra con Gatsby flotando muerto en la piscina. Nick se imagina cuáles pudieron haber sido sus últimos pensamientos y se lo representa desilusionado por una vida vacía y sin sentido, sin Daisy, sin su sueño. 

Análisis 

Nick encuentra en el relato de Gatsby sobre su cortejo inicial a Daisy la oportunidad de analizar el amor que este siente por ella. Percibe que el aura de riqueza y privilegio que aquel ve en Daisy –su amplio guardarropa, su casa perfecta, su falta de temor o preocupación– es un componente central de la atracción que siente por ella. El lector ya ha visto hasta qué punto Gatsby idolatra tanto la riqueza como a Daisy, lo que queda claro ahora es que ambos componentes son inseparables para Gatsby. 

Nick sugiere de forma implícita que, al hacer de Daisy, tan superficial e inestable, el centro de su vida, Gatsby reduce su extraordinario poder de esperanza visionaria a la simple tarea de amasar riqueza. Su sueño se convierte en una motivación de ganancia material porque el objeto de deseo es indigno de su poder de soñar, la cualidad que lo hace “grandioso” en primera instancia. 

De esta manera, Gatsby sigue siendo símbolo de los Estados Unidos de los años 20, que tal como sugiere implícitamente Fitzgerald mediante la exploración de la riqueza en toda la novela, se ha vuelto vulgar y hueco como resultado de someter su desbordante vitalidad a la codiciosa búsqueda del deseo. Al igual que el sueño americano —la persecución de la felicidad— se ha degenerado en una búsqueda de mera riqueza, el poderoso sueño de Gatsby de ser feliz junto a Daisy se ha convertido en su motivación de fastuosos excesos y actividades criminales. 

Aunque el lector puede distinguir esta degradación, Gatsby no. Para él, perder a Daisy es como perder todo su mundo. En su anhelo por recrear su pasado con ella, ahora solo se encuentra capaz de contárselo a Nick en un intento desesperado por mantener vivo ese pasado. Incluso después de la confrontación con Tom, Gatsby no es capaz de aceptar que su sueño está muerto. Si bien Nick comprende implícitamente que Daisy no va a dejar a Tom por Gatsby bajo ninguna circunstancia, Gatsby sigue convencido de que ella lo llamará. 

A lo largo de este capítulo, la narración establece una conexión implícita entre el estado del tiempo y la atmósfera emocional de la historia. Tal como los espacios geográficos del libro se corresponden con determinados personajes y temáticas, el tiempo se corresponde con la trama. En el capítulo anterior, la tensa confrontación entre Gatsby y Tom ocurre durante el día más caluroso del verano, bajo un sol ardiente e intenso. Ahora que el fuego se ha apagado en la vida de Gatsby ante la decisión de Daisy de permanecer con Tom, el tiempo se vuelve fresco de pronto y el otoño se empieza a sentir en el aire, a tal punto que el jardinero ya quiere vaciar la piscina. De la misma manera que Gatsby se aferra a la esperanza de hacer que Daisy lo ame como solía hacerlo, él insiste en nadar en la piscina como si aún fuera verano. Tanto su caída en el Capítulo 7 como su muerte en el Capítulo 8 son el resultado de su rotunda negativa a aceptar lo que no puede controlar: el paso del tiempo. 

Gatsby ha hecho de Daisy en un símbolo de todo lo que valora y de la luz verde de su muelle, un símbolo de su destino con ella. Cuando Nick piensa en la muerte de Gatsby, sugiere que todos los símbolos son una creación mental: no poseen ningún significado por sí mismos, sino que la gente los inviste de tal. Nick escribe que Gatsby debió de darse cuenta de “lo grotesca que es una rosa”. Durante siglos, la rosa ha sido símbolo convencional de belleza en la tradición poética. Lo que Nick sugiere es que las rosas no son esencialmente bellas, sino que la gente ha elegido verlas de esa manera. Del mismo modo, Daisy también es “grotesca”: Gatsby la ha investido de belleza y significado al hacerla el objeto de su deseo. Si él no la hubiera imbuido de tal valor, sería una simple joven ociosa, aburrida y rica, sin ningún tipo de fortaleza moral ni lealtad en particular. 

En este sentido, aunque los ojos del Dr. T. J. Eckleburg se alzan como un escrutinio divino tanto para el lector como para Wilson, estos resultan inquietantes en parte porque no son los ojos de Dios y, por tanto, no tienen un significado preciso y fijo. George Wilson considera esos ojos como la mirada de Dios que todo lo ve y de ellos deduce su equivocada creencia de que el asesino de Myrtle tuvo que ser su amante. La afirmación que hace George de que los ojos representan un estándar moral, cuyo cumplimiento significa que debe vengar la muerte de Myrtle, se convierte en un burdo paralelismo con el deseo de Nick de encontrar un centro moral en su vida. Los ojos del Dr. T. J. Eckleburg pueden adoptar cualquier significado que los personajes o el lector quieran darle, pero contemplan un mundo carente de significado, belleza y valor, un mundo en el que los sueños se revelan como ilusiones y donde hombres crueles e insensibles como Tom reciben el amor de las mujeres que soñadores como Gatsby y Wilson solo pueden anhelar.