Resumen del Capítulo 13
A medida que el invierno se deshiela en primavera, el monstruo se da cuenta de que los campesinos, particularmente Félix, son infelices. Un día llega una hermosa mujer a la cabaña, con un vestido oscuro y un velo, y pregunta por Félix, quien se queda extasiado al verla. La mujer, que no habla la lengua de los campesinos, se llama Safie. Se instala en la cabaña y el ambiente se anima de inmediato. A medida que Safie aprende la lengua de los campesinos, también lo hace el monstruo. Él también aprende a leer y, como Félix usa la obra La ruina de los imperios de Constantin-François de Volney para enseñarle a Safie, también aprende un poco de historia universal en el proceso.
Ahora que puede hablar y entender perfectamente el idioma, el monstruo aprende sobre la sociedad humana escuchando las conversaciones de los campesinos. Al reflexionar sobre su propia situación, se da cuenta de que es deforme y está solo. “Entonces, ¿yo era realmente un monstruo, una mancha sobre la Tierra, de la que todos huían y a la que todos rechazaban?”. También aprende sobre los placeres y obligaciones de la familia, y de las relaciones humanas en general, lo que ahonda la agonía de su propio aislamiento.
Resumen del Capítulo 14
Tiempo después, el monstruo logra reconstruir la historia de los campesinos de tanto escucharlos. El anciano, De Lacey, alguna vez fue un ciudadano parisino acomodado y exitoso; sus hijos, Agatha y Félix, eran miembros respetados de la comunidad. El padre de Safie, un turco, fue acusado falsamente de un crimen y sentenciado a muerte. Félix visitó al turco en prisión y conoció a su hija, de quien se enamoró inmediatamente. Safie le envió cartas a Félix en agradecimiento por ayudar a su padre y para explicarle las circunstancias de su difícil situación (el monstruo le cuenta a Víctor que copió algunas de estas cartas y se las ofrece como prueba de la veracidad de su relato).
En las cartas cuenta que la madre de Safie era una árabe cristiana que había sido esclavizada por los turcos antes de casarse con el padre de Safie. Ella le había inculcado independencia e inteligencia. Safie deseaba casarse con un hombre europeo y escapar así de la situación esclavizante que la esperaba en Turquía. Félix había coordinado con éxito la huida de su padre de prisión, pero cuando el plan salió a la luz, exiliaron de Francia a Félix, Agatha y De Lacey, y los despojaron de sus bienes. Entonces, su mudaron a esa cabaña en Alemania con la que el monstruo se había encontrado. Entretanto, el turco había intentado obligar a Safie a regresar con él a Constantinopla, pero ella había logrado escapar con algo de dinero y con la información del paradero de Félix.
Análisis de los Capítulos 13–14
Con la subtrama de Safie y los campesinos, se añade otro conjunto de voces a la novela. Su relato se transmite de los campesinos al monstruo, del monstruo a Víctor, de Víctor a Walton y de Walton a su hermana, en el mismo punto en el que el lector tiene acceso a este. Esta superposición de historias dentro de historias permite relaborar ideas ya presentadas en nuevos contextos. Una de dichas ideas es el sentido de “otredad” que siente más de un personaje en la obra. El monstruo es quien siente con mayor fuerza esta cualidad de ser diferente, dado que su soledad se debe a que es la única criatura de su especie a la que la humanidad rechaza. Su deformidad, su habilidad para sobrevivir a condiciones extremas y las circunstancias grotescas de su creación lo convierten en el extraño por excelencia.
Víctor, también, es un extraño, ya que su terrible secreto lo separa de sus amigos, familiares y del resto de la sociedad. En el relato enmarcado de los campesinos, esta idea se refleja tanto en la figura de Safie como en la de su padre. La otredad de este, siendo turco musulmán en París, resulta una amenaza para su vida por parte de las prejuiciosas figuras del poder. Safie, por su parte, se siente oprimida por los roles de género del Islam, que la obligan a escapar a las ideas más igualitarias del cristianismo.
La fascinación del monstruo por la relación entre Félix y Safie radica en su deseo desesperado por ganarse la aceptación de Víctor. En el hecho de que Félix estuviera dispuesto a arriesgarlo todo para salvar a alguien injustamente castigado, el monstruo encuentra esperanzas de que Víctor reconozca la grave injusticia que cometió al haberlo abandonado. Sin embargo, al igual que la valentía de Félix al ayudar al padre de Safie se contrasta con la vergonzante reticencia de Víctor por salvar a Justine, del mismo modo la compasión que Félix siente por Safie se opone a la frialdad de Víctor hacia el monstruo.
El lenguaje y la comunicación ocupan un lugar central en estos capítulos, cuando el monstruo sale de su estado infantil y empieza a comprender y producir lenguaje escrito y hablado. Sin embargo, su alienación de la sociedad lo deja sin oportunidad alguna para comunicarse con otros; su relación es unidireccional, es un voyeur que absorbe información de los campesinos sin poder dar nada a cambio. La importancia del lenguaje como medio de expresión se manifiesta en el encuentro del monstruo con Víctor en el glaciar. Al igual que cada una de las voces narrativas contribuye a la rica red de alusiones y perspectivas de la novela, el romanticismo con el que el monstruo habla de los aldeanos, como seres amables y amigables, refleja su desesperado deseo de compañía y afecto.
Los textos desempeñan un papel importante a lo largo de la novela, sobre todo a la hora de configurar la concepción que el monstruo tiene de su identidad y de su lugar en el mundo. A medida que se amplían sus conocimientos lingüísticos, el monstruo adquiere una noción del mundo gracias a la lectura de Las ruinas de los imperios por parte de Félix. En dichos capítulos, adquiere la capacidad de comprender los textos cruciales que pronto descubre, entre los cuales se encuentra El paraíso perdido. Este texto le presenta a Adán y a Satán, con los que terminará comparándose.
Además de comenzar a moldear su identidad, la palabra escrita le ofrece al monstruo un medio para legitimar su pasado. Le ofrece a Víctor las copias de las cartas de Safie con la intención de validar su perspectiva sobre la tragedia que les ha ocurrido y ganarse así su simpatía. Su creencia en la verdad de la palabra escrita, sin embargo, se presenta como particularmente ingenua en una novela con una estructura tan compleja como esta: al igual que supone erróneamente que El paraíso perdido es históricamente exacto, espera sin fundamento alguno que su narración pueda ganarse a Víctor.