Resumen de los Capítulos 9–10
Al día siguiente, la Sra. Bennet visita a Jane con Lydia y Catherine. Para consternación de Elizabeth, la Sra. Bennet destina la mayor parte de la visita a convencer a Bingley de que se quede en Netherfield. Durante su estancia, la Sra. Bennet hace el ridículo, primero comparando la vida en el campo con la ciudad y luego parloteando sobre la belleza de Jane. Casi al final de la visita, Lydia, de quince años, le pregunta a Bingley si celebrará un baile en Netherfield Park. Bingley le responde que debe esperar a que Jane esté completamente recuperada para celebrar uno.
Esa noche, Elizabeth nota como la Srta. Bingley se deshace en cumplidos hacia Darcy mientras este le escribe a su hermana. La conversación luego gira en torno al estilo de las cartas de Bingley y a su comportamiento impetuoso, lo que lleva a que Elizabeth y Darcy a discutan sobre las virtudes de aceptar los consejos de los amigos. Más tarde, la Srta. Bingley toca el pianoforte con “animado aire escocés” y Elizabeth vuelve a rechazar un baile con Darcy. La negativa de ella no hace sino aumentar la admiración de él, que considera que “si no fuera por la inferioridad de sus conexiones, correría el riesgo”. La Srta. Bingley, al observar su atracción, se pone celosa y pasa el día siguiente burlándose de la familia de Elizabeth e invita a Darcy a imaginárselos relacionados con su orgulloso y respetable linaje.
Esa noche, la Srta. Bingley se pone a leer imitando a Darcy, en otro intento de impresionarlo. Elige el libro solo por el hecho de que es el segundo volumen de la obra que él está leyendo. Por supuesto, al no tener interés en la literatura, se aburre rápidamente y exclama en voz alta: “¡Declaro que después de todo no hay placer como la lectura! ¡Cuánto antes se cansa uno de cualquier otra cosa que de un libro! Cuando tenga mi propia casa, me sentiría infeliz sin una excelente biblioteca”.
Resumen de los Capítulos 11–12
La noche siguiente, la Srta. Bingley continúa sus esfuerzos por llamar la atención de Darcy, primero leyendo y luego criticando la tontería de los bailes, para terminar paseándose por el salón. Solo cuando invita a Elizabeth a dar una vuelta con ella, Darcy alza la vista y entonces las dos comentan la posibilidad de encontrar algo que ridiculizar en el carácter de este. Él afirma que su único defecto es el resentimiento: “mi buena opinión, una vez perdida, está perdida para siempre”. Elizabeth replica que es difícil reírse de una “tendencia a odiar a todo el mundo” y la Srta. Bingley, observando una vez más que Elizabeth monopoliza la atención de Darcy, insiste en la música.
A la mañana siguiente, Elizabeth le escribe a su madre para informarle que ella y Jane están listas para volver a casa. La Sra. Bennet desea que Jane se quede más tiempo con Bingley y se niega a enviar el carruaje. Elizabeth, ansiosa por marcharse, insiste en tomar prestado el carruaje de Bingley y ella y su hermana se marchan de Netherfield Park. Darcy se alegra de verlas marcharse, ya que Elizabeth le atrae “más de lo que le gustaría”, considerando que no es una candidata digna para el matrimonio.
Análisis de los Capítulos 9–12
La prolongación de las visitas de Elizabeth a Netherfield acentúan las respectivas actitudes de la Srta. Bingley y Darcy hacia sus huéspedes: celos de parte de la primera y admiración de la parte del segundo. Elizabeth representa una amenaza diferente para cada uno. Mientras que la Srta. Bingley la ve como una rival en sus sentimientos por Darcy, este teme sucumbir a su creciente atracción hacia ella, a pesar de la inviable idea de un matrimonio con alguien de rango y familia tan inferiores. La ansiedad que se desprende de la conciencia de clases, entonces, se convierte así en una institución que se autoperpetúa y distorsiona. Darcy, preocupado por arruinar su propia reputación al vincularse con la pobre reputación de otros, trata de eludir a Elizabeth por completo el último día que ella pasa en Netherfield. Debe sujetarse con una especie de restricción lógica: la conciencia de clase hace que Elizabeth, que es perfecta para él, se transforme en algo a lo que temer. La Srta. Bingley demuestra cómo, una vez instalado un sistema de clases, este mantiene su propia coherencia. Ella se siente amenazada por Elizabeth y sabe que no puede competir con ella en lo que respecta a sus virtudes y talentos. Su mecanismo de defensa es la ansiedad de clase: por la buena fortuna de su nacimiento, ella es superior. Ahora utiliza toda la institución social de la clase para mantener su superioridad, aunque toda lógica y experiencia demuestren que dicha superioridad no es más que una mentira.
En estos capítulos, el narrador retrata a la Srta. Bingley en oposición a Elizabeth: mientras que ella es superficial, la heroína es ingeniosa; y mientras que ella está desesperada por ganarse la atención de Darcy, aquella lo desdeña. La hermana de Bingley gasta su energía intentando ajustarse a lo que ella percibe como la idea que Darcy tiene de una mujer perfecta. Su coqueteo vergonzosamente obvio la convierte en una figura divertida para el lector: es una parodia de la mujer de clase alta, esnob y ávida de hombres. Al adular a Darcy, lo termina perdiendo a favor de Elizabeth, incluso cuando esta no hace nada por atraerlo. Al mostrar a la Srta. Bingley como una intrigante rival por el amor de Darcy, con tácticas que carecen de inspiración, la novela destaca la originalidad e independencia de espíritu de Elizabeth y sugiere que estas, y no la larga lista de cualidad de Darcy, son las virtudes que él desea en realidad en una mujer. Su rechazo de las insinuaciones de la Srta. Bingley sirve, entonces, para mejorar la opinión que el lector tiene de Darcy, ya que su capacidad para admirar a una inferior social lo separa de los esnobs ultraelitistas como ella.