Resumen de los Capítulos 13–15 

A la mañana siguiente al regreso de sus hijas de Netherfield, el Sr. Bennet le informa a su esposa de la inminente visita de un tal Sr. William Collins, que heredará las propiedades del Sr. Bennet. El Sr. Collins, según se entera el lector por una carta que les envía a los Bennet, es un clérigo que la adinerada y noble Lady Catherine de Bourgh ha seleccionado recientemente para servir en su parroquia. Su carta contiene, en palabras del Sr. Bennet, “una mezcla de servilismo y prepotencia” que combina con su personalidad. Cuando llega a Longbourn, este se lamenta por tener derecho a la propiedad de los Bennet, pero luego pasa la mayor parte del tiempo admirando y haciendo cumplidos sobre la casa que algún día será suya. 

Durante la cena, el Sr. Collins se deshace en elogios hacia Lady Catherine de Bourgh y su hija, una encantadora joven inválida que algún día heredará la fortuna de los de Bourgh. Después de la comida, le piden que les lea a las niñas, pero él se niega a leer una novela y elige en cambio un libro de sermones. Lydia se aburre tanto que interrumpe la lectura con más chismorreos sobre los soldados, ante lo cual el Sr. Collins se siente ofendido y abandona la lectura para pasar a jugar backgammon con el Sr. Bennet. 

El Sr. Collins está buscando una esposa y cuando la Sra. Bennet insinúa que Jane pronto podría estar comprometida, fija su atención en Elizabeth. El día después de su llegada, acompaña a las hermanas hasta el pueblo de Meryton, donde se cruzan con uno de los oficiales amigo de Lydia, el Sr. Denny. Denny le presenta a su amigo, el Sr. Wickham, que acaba de alistarse en la milicia y a quien las jóvenes encuentran adorable. Mientras conversan, Darcy y Bingley pasan justo por allí y Elizabeth se da cuenta de la frialdad con la que se tratan Wickham y Darcy. 

Darcy y Bingley se marchan y la comitiva visita a la Sra. Phillips, hermana de la Sra. Bennet, quien invita a los Bennet y al Sr. Collins a cenar en su casa la noche siguiente. Las muchachas la convencen de que invite también a Wickham. Regresan a casa y el Sr. Collins pasa la velada hablándole a la Sra. Bennet de lo mucho que le impresiona la buena educación de su hermana. 

Resumen de los Capítulos 16–17 

En la cena de los Phillips, Wickham se convierte en el centro de atención y el Sr. Collins pasa a un segundo plano. Finalmente, Wickham y Elizabeth entablan conversación y ella escucha su historia: había planeado entrar en el ministerio, en lugar de en la milicia, pero no pudo hacerlo por falta de dinero. El padre de Darcy, dice Wickham, había decidido mantenerlo, pero Darcy aprovechó una laguna que había en el testamento para quedarse con el dinero. 

Elizabeth, que instintivamente aprecia a Wickham y confía en él, toma por verdadera su historia sin dudarlo. Más tarde esa noche, mientras observa al Sr. Collins, Wickham le dice que Darcy es sobrino de Lady Catherine de Bourgh, a quien describe como “dictatorial e insolente”. Elizabeth se retira de la fiesta sin pensar en nada “excepto en el Sr. Wickham y en lo que le había dicho, durante todo el camino de regreso a casa”. Decide que Darcy no merece más que desprecio. 

Al día siguiente, Elizabeth le expresa estos sentimientos a Jane, que defiende a Darcy diciendo que probablemente haya un malentendido entre los dos hombres. Elizabeth se niega a aceptar esa idea y cuando Bingley invita al vecindario a un baile el martes siguiente, ella está ansiosa por ver a Wickham. Desgraciadamente, se ve obligada a prometerle los dos primeros bailes al Sr. Collins. 

Análisis de los Capítulos 13–17 

Estos capítulos presentan al Sr. Collins, el blanco de la sátira de Jane Austen, y a Wickham, el personaje más villano de la novela. Collins, una parodia de un clérigo serio, sirve de vehículo para criticar la práctica de la restricción de herencia, por medio de la cual la ley obliga al Sr. Bennet a dejarle su propiedad a un hombre tan ridículo en lugar de a sus propias hijas. Collins funciona como otro ejemplo de la crítica de Austen al esnobismo. Sin embargo, se diferencia de la Srta. Bingley y de Lady de Bourgh en el hecho de que su esnobismo no se debe a su propio rango, sino a sus asociaciones. Es un hombre que cree de todo corazón en la clase social, aunque solo obtenga beneficios de esto indirectamente. Y para recibir esos beneficios, debe someterse a Lady de Bourgh. En lugar de avergonzarse de su comportamiento, cree tan firmemente en el valor que la clase social confiere a una persona que se siente engreído por tener a una dama noble como patrona. 

Además, los extensos y necios discursos de Collins lo convierten en un excelente ejemplo del talento de Austen para hacer de la estupidez algo humorístico. Su ridiculez se acentúa a medida que progresa la trama, pero ya desde el primer momento en que el lector lo conoce, se revela tan lleno de prepotencia y exagerada cortesía que el Sr. Bennet no puede resistirse a burlarse de él (sugiere que la pretenciosidad de Collins es aún más profunda cuando le pregunta si sus cumplidos están pensados de antemano). Sin darse cuenta del ridículo que hace –ninguno de los personajes ridículos de Orgullo y prejuicio es consciente de su propio absurdo–, el Sr. Collins responde que sus halagos “surgen principalmente de lo que está pasando en ese momento, y aunque a veces me entretengo sugiriendo y arreglando elegantes cumplidos que puedan adaptarse a ocasiones ordinarias, siempre deseo darles un aire lo menos estudiado posible”. El lector no podría estar más de acuerdo con el Sr. Bennet en que “su primo es tan absurdo” como se había imaginado. 

La llegada del Sr. Collins precede inmediatamente a la primera aparición de Wickham, de modo que la necedad del clérigo se contrasta con la capacidad de seducción de aquel. Este personaje es el único hombre que Austen presenta como extremadamente apuesto: su atractivo radica solo en la superficie, que ciertamente es atractiva. Ese atractivo superficial es crucial porque vuelve verosímil su historia sobre el maltrato de Darcy, al menos para Elizabeth. El orgullo de Darcy ha sido evidente desde su primera aparición en la novela, pero con la determinación de Elizabeth de confiar en Wickham se introduce su propio “prejuicio” en la novela. El lector puede dudar acerca de este hombre que le cuenta historias lastimeras sobre su propia vida a una mujer a la que acaba de conocer, pero Elizabeth parece tener pocas dudas, un testimonio, una vez más, del poder de las “primeras impresiones”, tan importantes en la novela. Darcy le desagrada desde el primer momento en que lo conoce. En cambio, Wickham le cae bien desde el primer momento, lo que la lleva a creer su historia incluso sin escuchar la versión de Darcy y en contra de la mayor sensibilidad de Jane. 

En estos capítulos también se transporta al lector por primera vez a la casa de la Sra. Phillips, mucho menos estridente que su hermana, la Sra. Bennet, que no deja de ser otra conexión de clase baja para las hermanas Bennet. El Sr. Phillips es un abogado de Meryton, lo que lo coloca en una posición significativamente inferior a la de los Darcy y los Bingley.