Resumen del Acto Tercero, Escena 1
En el palacio real, en Forres, Banquo se pasea y cavila acerca de la coronación de Macbeth y de las profecías de las extrañas hermanas. Las brujas predijeron que Macbeth sería rey y que la descendencia de Banquo eventualmente ocuparía el trono. Si su primera profecía se hizo realidad, supone con incipiente ambición, por qué no podría la segunda. Entra Macbeth vestido de rey. Viene seguido de Lady Macbeth, ahora reina, y de la corte. Macbeth y Lady Macbeth lo invitan al banquete que darán esa noche, a lo que Banquo acepta y dice que esa tarde piensa salir a cabalgar. Macbeth menciona que deberían conversar sobre el problema de Malcolm y Donalbain: los hermanos han huido de Escocia y pueden estar conspirando contra su corona.
Banquo se marcha y Macbeth despide a la corte. Queda solo en la sala con un sirviente a quien le habla sobre unos hombres que han ido a verlo. Macbeth le pregunta si aún están aguardando y le ordena que los mande a llamar. Una vez que el criado se retira, Macbeth comienza un soliloquio. Reflexiona sobre Banquo, pensando que su viejo amigo es el único hombre en Escocia al que temer. Advierte que, si la profecía de las brujas es verdad, la suya será una “corona infructuosa” dado que no tendrá un heredero (3.1.62). El asesinato de Duncan, que pesa tanto sobre su conciencia, puede haber servido simplemente para despejarles el camino a los hijos de Banquo para que derroquen a su propia familia.
El criado regresa con los dos visitantes. Macbeth les recuerda a los dos hombres, asesinos que ha contratado, la conversación que han tenido el día anterior, en la que les relató los pasados agravios de parte de Banquo. Les pregunta si están enfadados y si son lo bastante hombres como para vengarse de Banquo, a lo que responden que sí, y Macbeth acepta su promesa de que asesinarán a su antiguo amigo. Macbeth les recuerda que Fleance debe ser asesinado junto con su padre y les dice que esperen sus órdenes en el castillo.
Resumen del Acto Tercero, Escena 2
En otro lugar del castillo, Lady Macbeth expresa su desesperación y envía a un criado a buscar a su marido. Al entrar, Macbeth le dice que él también está descontento y que su mente está “plagada de escorpiones” (3.2.37). Siente que la empresa que han puesto en marcha al matar a Duncan aún no está completa porque todavía hay amenazas al trono que debe eliminar. Macbeth le dice que ha planeado “un acto atroz” para Banquo y Fleance, y la insta a que se muestre jovial y amable con Banquo durante el banquete de la noche, para atraer a su próxima víctima a una falsa sensación de seguridad (3.2.45).
Resumen del Acto Tercero, Escena 3
Anochece y los dos asesinos, junto a un tercero, aguardan en un terreno arbolado en las afueras del palacio. Banquo y Fleance llegan a caballo y desmontan. Encienden una antorcha y los asesinos se abalanzan sobre ellos y matan a Banquo, que muere suplicando a su hijo que huya y vengue su muerte. Uno de los asesinos apaga la antorcha y Fleance logra escapar en la oscuridad. Los asesinos se marchan con el cuerpo de Banquo y van a contarle a Macbeth lo sucedido.
Análisis del Acto Tercero, Escenas 1–3
Tras su primer cruce con las brujas, a Macbeth le preocupa tener que cometer un asesinato para ganarse la corona escocesa. Aquí, en cambio, ya parece acostumbrado a la idea, ya que la cantidad de víctimas ha aumentado a niveles alarmantes. Ahora que la primera parte de la profecía se ha cumplido, Macbeth siente la obligación de matar a su amigo Banquo y al joven Fleance para impedir que se cumpla la segunda parte. Sin embargo, tal como sugiere la huida de Fleance, no puede escapar de la profecía de las brujas.
Aparentemente, Macbeth y su esposa han intercambiado roles. Cuando habla con los asesinos, Macbeth asume la misma retórica que Lady Macbeth había usado para convencerlo en el Acto Primero, Escena 7. Cuestiona su hombría para enfurecerlos y para que su deseo de asesinar a Banquo y Fleance surja de su deseo de probarse hombres. En la siguiente escena con Lady Macbeth, Macbeth vuelve a hacer eco de sus comentarios anteriores. Ella le había dicho antes que “se muestre como una flor inocente, pero que actúe como la serpiente que se esconde detrás” (1.5.63–64). Ahora es él quien le recuerda que enmascare su intranquilidad, cuando sugiere al decir: “que nuestro rostro sea la máscara de nuestro corazón y lo encubra” (3.2.35–36). Sin embargo, a pesar de sus muestras de osadía, Macbeth está acosado por la culpa y la duda, que expresa en su referencia a los “escorpiones” de su mente y en su declaración de que, al matar a Banquo, “han chamuscado a la serpiente, no la han matado” (3.2.15).
Mientras que su marido cobra cada vez más audacia, Lady Macbeth comienza a desesperarse: “Nada tenemos, todo se ha gastado” dice (3.2.6). Es difícil creer que la mujer que ahora intenta convencer a su marido de que no cometa más asesinatos sea la misma Lady Macbeth que antes incitó a su marido a la masacre. Justo cuando él comienza a hacerse eco de sus propias declaraciones, ella hace referencia a las de él. “Lo hecho hecho está” (3.2.14), dice haciendo eco del “hecho” en boca de su esposo en el Acto Primero, Escena 7, cuando dijo: “Si queda hecho cuando se hace, mejor hacerlo pronto” (1.7.1–2). Pero, tal como los dos comienzan a advertir, nada está “hecho” en absoluto; su sentido de conclusión es ilusorio.
Los dos personajes parecen sorprendidos y consternados por el hecho de que la posesión de la corona no los haya librado de problemas ni les haya brindado felicidad. El lenguaje que utilizan está cargado de imágenes que sugieren sospechas, paranoia y confusión interna, como la evocadora frase de Macbeth “llena de escorpiones está mi mente, querida esposa” (3.2.37). Con cada asesinato que comete o encarga, Macbeth busca seguridad y satisfacción, pero cuanto más se hunden sus brazos en la sangre, más violento y horrorizado termina.
Al comienzo del Acto Tercero, se articula y se explora el tema principal de la obra: las consecuencias de actuar por ambición y sin restricciones morales. La acción ahora avanza inexorablemente hacia su final. A diferencia de Hamlet, donde la trama parece abierta a más de una posibilidad hasta la escena final, en Macbeth la acción parece desenvolverse en una única dirección posible. Sabemos que no hay nada que pueda detener la cadena de asesinatos de Macbeth excepto su propia muerte, y es esa muerte la que el público espera ahora. Solo con la muerte de Macbeth, nos damos cuenta, podrá restaurarse algún tipo de orden moral en Escocia.