Resumen del Acto Tercero, Escena 4 

En escena hay una mesa con un banquete dispuesto. Entran Macbeth y Lady Macbeth como rey y reina, seguidos de la corte, a la que reciben. Mientras Macbeth camina entre la compañía, aparece el primer asesino en la puerta. Macbeth habla con él un momento y se entera de que Banquo está muerto y de que Fleance ha escapado. Esta noticia lo enfurece: si tan solo Fleance estuviera muerto, su trono estaría asegurado. En cambio, “la naturaleza del gusano que se ha escapado devendrá con el tiempo en veneno” (3.4.28–29). 

De regreso con sus invitados, Macbeth va a sentarse a la cabecera de la mesa real, pero encuentra al fantasma de Banquo ocupando su silla. Presa del horror, Macbeth le habla al fantasma, que es invisible para el resto de la compañía. Lady Macbeth excusa a su marido, diciendo a menudo tiene ese tipo de “visiones” y les pide que ignoren su comportamiento. Luego, se dirige a Macbeth, cuestionando su hombría e instándolo a que salga del trance. Entonces, el fantasma desaparece y Macbeth se recupera y les dice a los presentes: “Tengo una extraña condición que no es nada para los que me conocen” (3.4.85–86). Cuando ofrece un brindis, sin embargo, el espectro de Banquo reaparece y sobresalta a Macbeth causándole nuevos arrebatos imprudentes. Lady Macbeth sigue excusando a su marido y hace salir del salón a los alarmados invitados mientras el fantasma vuelve a desaparecer. 

Macbeth murmura que “la sangre recibirá sangre” y le dice a Lady Macbeth que se ha enterado por un sirviente espía de que Macduff pretende mantenerse alejado de la corte, comportamiento que huele a la traición (3.4.121). Dice que mañana volverá a visitar a las brujas con la esperanza de saber más sobre el futuro y sobre quién puede estar conspirando contra él. Resuelve hacer lo que sea necesario para conservar su trono, declarando: “Estoy inmerso en la sangre, he llegado tan lejos que, si no siguiera avanzando, volver sería tan tedioso como ir más allá” (3.4.135-137). Lady Macbeth le dice que necesita dormir, y se retiran a su alcoba. 

Resumen del Acto Tercero, Escena 5 

En el tormentoso brezal, las brujas se encuentran con Hécate, la diosa de la brujería, que las regaña por haberse inmiscuido en los asuntos de Macbeth sin consultarla y aclara que ella se encargará de supervisar las fechorías. Les dice que cuando Macbeth acuda a ella al día siguiente, que saben que así lo hará, deben convocar visiones y espíritus cargados de falsa sensación de seguridad que lo “arrastren a la confusión” (3.5.29). Hécate desaparece y las brujas se van a preparar hechizos. 

Resumen del Acto Tercero, Escena 6 

Esa noche, en algún lugar de Escocia, Lennox pasea con otro lord y discuten lo que le ha ocurrido al reino. El asesinato de Banquo se le ha atribuido oficialmente a Fleance, que ha huido. Sin embargo, ambos hombres sospechan de Macbeth, a quien llaman “tirano”, tanto por los asesinatos de Duncan como de Banquo. El lord le cuenta a Lennox que Macduff ha ido a Inglaterra, donde se unirá a Malcolm para suplicar ayuda al rey Eduardo de Inglaterra. La noticia de estos complots ha llevado a Macbeth a prepararse para la guerra. Los dos expresan su esperanza de que Malcolm y Macduff tengan éxito y de que sus acciones puedan salvar a Escocia de Macbeth. 

Análisis del Acto Tercero, Escenas 4–6 

Tal como en muchas tragedias de Shakespeare, lo sobrenatural y lo antinatural aparece en Macbeth bajo la forma grotesca de presagios de maldad, corrupción moral y decadencia. Aquí, la aparición del fantasma silencioso de Banquo, la reaparición de las brujas y la introducción de la diosa Hécate simbolizan en conjunto la corrupción de la salud política y moral de Escocia. En lugar de dramatizar los actos déspotas de Macbeth, Shakespeare hace uso de escenas relacionadas con lo sobrenatural para acrecentar en el público la sensación de presentimiento y mal augurio. Cuando se revelan las transgresiones políticas de Macbeth, se registra inmediatamente la grave situación de Escocia, porque las transgresiones del estado han sido predichas por las perturbaciones de la naturaleza. En el paisaje moral de Macbeth, la lealtad, el honor y la virtud sirven como restricciones débiles o inexistentes contra la ambición y el ansia de poder. En el paisaje físico circundante, las reglas normales de la naturaleza sirven como débiles restricciones contra las grotescas brujas y el horrible fantasma de Banquo. 

El banquete es al mismo tiempo el punto cúlmine del reinado de Macbeth y el comienzo de su caída. Su conducta extraña desconcierta y perturba a sus súbditos, y les confirma su impresión de que tiene problemas mentales. A pesar de la timidez y la culpabilidad que mostró en la escena anterior, Lady Macbeth parece aquí más segura y fuerte que su marido, aunque sus intentos de explicar la “alucinación” resultan vanos cuando se combinan con la evidencia de su comportamiento. El contraste entre esta escena y aquella en la que se descubre el cuerpo de Duncan es asombroso: mientras que antes Macbeth mostraba sangre fría y confianza, ahora permite que sus ansiedades y visiones saquen a la luz lo peor de él. 

No queda claro si el fantasma de Banquo realmente está sentado en la silla de Macbeth o si la presencia del espíritu solo es una alucinación inspirada por la culpa. La obra, por supuesto, está plagada de sucesos y personajes sobrenaturales, por lo que no hay razón para descartar la posibilidad de que el fantasma realmente deambule por los salones. No obstante, algunas de las apariciones de la obra, como la daga flotante en el Acto Segundo, Escena 1, y la sangre permanente que ve Lady Macbeth en sus manos en el Acto Cuarto, parecen ser más psicológicas que sobrenaturales en su origen, pero incluso esta se vuelve incierta. Estas apariciones o alucinaciones recurrentes reflejan la sensación de pavor metafísico que consume a la pareja real al sentir que la fuerza fatídica de sus actos vuelve para atormentarlos. 

Dado el papel que el personaje de Banquo desempeña en Macbeth, es apropiado que sea él y no Duncan quien atormente a Macbeth. Al igual que aquel, Banquo escuchó las profecías de las brujas y albergó ambiciones. Pero, a diferencia de Macbeth, él no cometió ningún crimen. Sus acciones constituyen un reproche al comportamiento de Macbeth y representan un camino no tomado, en el que la ambición no tiene por qué engendrar derramamiento de sangre. En las Crónicas de Holinshed, la historia que sirvió de fuente para el Macbeth de Shakespeare, Banquo era cómplice de Macbeth en el asesinato de Duncan. Lo más probable es que Shakespeare haya cambiado su papel de villano a pilar moral porque se creía que el mecenas de Shakespeare, el rey Jacobo I de Inglaterra, era descendiente de Banquo.