Resumen del Acto Tercero, Escena 2 

En la casa de los Capuleto, Julieta espera ansiosa que caiga la noche para que Romeo llegue hasta ella “sin que nadie le hable ni lo vea” (3.2.7). De pronto, entra la nodriza agitada con las noticias de la pelea entre Romeo y Teobaldo, pero está tan angustiada que tropieza entre las palabras y parece que termina diciendo que es Romeo quien ha muerto. Julieta asume que este se ha suicidado y se resigna ella misma a morir. Entonces, la nodriza comienza a lamentarse por la muerte de Teobaldo y por un momento Julieta piensa que han muerto los dos. Cuando por fin queda en claro lo sucedido y Julieta comprende que Romeo ha matado a Teobaldo y ha sido condenado al exilio, maldice a la naturaleza por haber puesto “el espíritu de un demonio” en la “dulce carne” de Romeo (3.2.81–82). 

Las palabras de la nodriza hacen eco de las de Julieta y maldice el nombre de Romeo, pero Julieta la acusa de criticar a su marido y añade que ella misma se arrepiente de haberlo culpado. Luego afirma que el destierro de Romeo es peor que diez mil Teobaldos muertos. Julieta se lamenta por morir sin noche de bodas, doncella y viuda. La nodriza le asegura, sin embargo, que sabe dónde se esconde Romeo y que se encargará de que él acuda a ella para su noche de bodas. Julieta le da a la nodriza un anillo para que se lo entregue a Romeo como muestra de su amor. 

Resumen del Acto Tercero, Escena 3 

Junto a fray Lorenzo, Romeo está abrumado por el dolor y se pregunta qué sentencia habrá dictado el príncipe. El fraile le dice que tiene suerte, que solo lo ha desterrado, pero Romeo dice que eso es mucho peor que la muerte ya que tendrá que vivir sin Julieta. El fraile intenta aconsejarlo, pero él está tan entristecido que hace oídos sordos a sus palabras. Romeo se deja caer, cuando llega la nodriza y le pregunta desesperado qué noticias trae de Julieta. Supone que ella ahora lo considera un asesino y amenaza con apuñalarse, pero el fraile lo detiene y lo reprende por su falta de hombría. Le dice que tiene mucho de lo que estar agradecido: tanto él como Julieta están vivos y, una vez que se calmen las cosas, puede que el príncipe cambie de parecer. El fraile le propone un plan: Romeo visitará a Julieta esa noche, pero se asegurará de abandonar su aposento, y Verona, antes de que amanezca. Romeo residirá entonces en Mantua hasta que pueda difundirse la noticia de su matrimonio. La nodriza le entrega a Romeo el anillo de Julieta, y este símbolo físico de su amor lo reanima. La nodriza se marcha y Romeo se despide de fray Lorenzo para prepararse para visitar a Julieta y luego huir a Mantua. 

Resumen del Acto Tercero, Escena 4 

Capuleto, su esposa y Paris caminan juntos. Capuleto dice que, debido a los terribles acontecimientos recientes, no ha tenido tiempo de preguntarle a su hija sobre sus sentimientos por Paris, a lo que la Sra. Capuleto añade que averiguará por la mañana qué piensa su hija. Paris está a punto de marcharse cuando Capuleto lo vuelve a llamar y le hace lo que él llama “una desesperada oferta del amor de mi hija” (3.4.12-13). Capuleto dice que cree que su hija lo escuchará, luego se corrige y afirma que está seguro de que Julieta acatará su decisión. Le promete que la boda se celebrará el miércoles, pero luego se detiene en seco y pregunta qué día es. Paris responde que es lunes, así que Capuleto decide que el miércoles es demasiado pronto y que la boda debe celebrarse el jueves.  

Análisis del Acto Tercero, Escenas 2–4 

Tras la dicha del Acto Segundo, el amor de Romeo y Julieta es puesto a prueba bajo terribles circunstancias a medida que la disputa entre sus familias tiene un giro más desastroso de lo que ninguno de los dos se hubiera imaginado. Las cualidades esenciales de los jóvenes amantes se definen en la manera como cada uno reacciona ante la idea de su separación inminente. Tras enterarse del exilio, Romeo actúa con su acostumbrado dramatismo: está abrumado por el dolor y por la pasión. Se desploma en el suelo y se niega a entrar en razones, además de amenazar con matarse. Julieta, en cambio, muestra un progreso significativo con respecto a la joven sencilla e inocente del Acto Primero, para actuar como una mujer valiente, madura y leal hasta el final de la obra. Después de criticar a Romeo por su papel en la muerte de Teobaldo y de escuchar a la nodriza maldecir su nombre, Julieta recupera la compostura y se da cuenta de que su lealtad ahora debe estar con su esposo y no con su primo Teobaldo. 

Shakespeare crea una interesante tensión psicológica en Romeo y Julieta al vincular constantemente la intensidad del amor juvenil con un impulso suicida. Aunque el amor es generalmente lo contrario del odio, la violencia y la muerte, presenta la autodestrucción como la única respuesta a la abrumadora experiencia emocional de ser joven y estar enamorado. Tanto Romeo como Julieta parecen coquetear con la idea de la muerte durante gran parte de la obra, y la posibilidad del suicidio se repite constantemente como anticipación de la muerte final de los amantes en el Acto Quinto. Cuando Julieta malinterpreta a la nodriza y cree que Romeo ha muerto, no piensa que lo hayan matado, sino que se ha suicidado. Y al pensar que Romeo ha muerto, Julieta decide rápidamente que ella también debe morir. Su amor por Romeo no le permite actuar de otro modo. 

La amenaza de suicidio de Romeo ante fray Lorenzo, cuando desea “saquear la odiosa mansión” (3.3.106-107) que es su cuerpo para poder erradicar su nombre, nos recuerda la escena del balcón, en la que Romeo desprecia su apellido Montesco delante de Julieta diciendo: “Si lo tuviera aquí escrito, rompería la palabra” (2.1.99). En la escena del balcón, su nombre le parecía algo tan simple como un papel que pudiera tener en la mano y romper. Una vez roto, podía vivir sin él. Ahora, con una mejor comprensión de lo difícil que es escapar de las responsabilidades y exigencias de la lealtad familiar, de ser un Montesco, Romeo usa otra metáfora. Ya no se concibe a sí mismo como alguien capaz de romper su nombre, sino que ahora debe arrancarlo de su cuerpo y, en el proceso, morir. 

No queda totalmente en claro la razón por la que Capuleto adelanta la fecha de la boda de Julieta con Paris. En escenas posteriores, afirma que desea traer algo de alegría en tiempos tan tristes y que quiere curar a Julieta de su profundo luto (por supuesto, irónicamente, ella llora el destierro de su marido y no la muerte de Teobaldo). Sin embargo, también es posible que, en esta época de creciente lucha con los Montesco, Capuleto quiera asegurarse toda la ayuda política posible. En este sentido, el matrimonio de su hija y Paris, un pariente cercano del príncipe, sería más que conveniente. Independientemente de la motivación de Capuleto, su decisión pone de manifiesto la impotencia de las mujeres en Verona. La impotencia de Julieta en esta situación se hace patente por la ironía con la que Capuleto determina retrasar la boda del miércoles al jueves, cuando unos días antes quería posponerla dos años.