Resumen
Justo antes de que amanezca, Romeo se prepara para descender desde la ventana de Julieta para encaminarse a su exilio. Ella intenta convencerlo de que el canto de los pájaros que oyen es el ruiseñor, un ave nocturna, y no es la alondra, un ave matutina. Romeo no puede aceptar sus afirmaciones; debe marcharse antes de que amanezca o morirá. Julieta declara que la luz que ven no procede del sol, sino de algún meteoro. Vencido por el amor, Romeo responde que se quedará con Julieta y que no le importa si los hombres del príncipe lo matan. Ante este cambio, Julieta declara que el pájaro que oyeron era la alondra, que ha amanecido y debe huir.
Entra la nodriza y le advierte a Julieta que su madre se acerca. Romeo y Julieta se despiden entre lágrimas y él desciende por la ventana. De pie en el huerto, bajo su ventana, Romeo le promete que volverán a verse, pero Julieta le responde que se ve pálido allí abajo, como un muerto en el fondo de una tumba. Romeo le responde que, para él, ella tiene el mismo aspecto, y que es la tristeza lo que los hace verse tan pálidos. Romeo huye a toda prisa mientras Julieta recoge la escalera y le ruega al destino que lo traiga pronto a su lado.
La Sra. Capuleto llama a su hija y ella se pregunta por qué su madre querrá hablarle tan temprano. Sin saber que su hija está casada con Romeo, cuando esta entra a la habitación, confunde las lágrimas de Julieta con el dolor por Teobaldo. Luego le habla de su profundo deseo de ver muerto “al vil Romeo” (3.5.80). En un complicado juego de palabras tan impresionante como la burla sexual que Mercucio hace con Romeo, Julieta le hace creer a su madre que ella también desea la muerte de Romeo, cuando en realidad está declarando firmemente su amor por él.
Su madre entonces le cuenta a Julieta el plan de su padre para casarla con Paris ese mismo jueves, explicándole que él desea verla feliz. Julieta se horroriza y rechaza el matrimonio, diciendo: “No me casaré todavía y, cuando lo haga, juro que será con Romeo –a quien sabes que odio– antes que con Paris” (3.5.121-123). Capuleto entra a la habitación y cuando se entera de que Julieta está decidida a desafiar su decisión, se enfurece y amenaza con repudiarla si se niega a obedecerlo. Cuando Julieta suplica a su madre que interceda, esta le niega su ayuda.
Cuando sus padres se retiran, Julieta le pide consejo a la nodriza, quien le sugiere que siga adelante con el matrimonio con Paris: él es mejor partido, dice, y Romeo en definitiva está muerto. Aunque indignada por la deslealtad de su nodriza, Julieta finge estar de acuerdo y le dice que va a confesarse con fray Lorenzo. Julieta acude de prisa al fraile, jurando que nunca volverá a confiar en los consejos de la nodriza. Si el fraile no puede ayudarla, comenta para sí misma, aún tiene el poder de quitarse la vida.
Análisis
Para combatir la llegada de la luz, Julieta intenta una vez más cambiar el mundo con el lenguaje declarando que la alondra en realidad es un ruiseñor. Mientras que en la escena nocturna del balcón, Romeo ve a Julieta transformar la noche en día, aquí ella es capaz de transformar el día en noche. Pero al igual que con su promesa de liberarse de sus nombres no lograron superar las instituciones sociales que los oprimen, tampoco pueden cambiar el devenir del tiempo. En consonancia con sus personajes, es Julieta, la más pragmática, quien se da cuenta de que Romeo debe marcharse; él, en cambio, está dispuesto a morir con tal de permanecer a su lado.
En un momento que nos recuerda la escena del balcón, Romeo se despide de Julieta que se asoma a su ventana. Aquí, los amantes experimentan visiones que presagian cínicamente el final de la obra. Este será el último momento que pasen vivos el uno en compañía del otro. La próxima vez que Julieta vea a Romeo, él estará muerto, y cuando ella mira por la ventana parece verlo ya muerto: “Oh, Dios, ¡tengo el alma en pena! Me parece que te veo, ahora que estás allí abajo, como un muerto en el fondo de una tumba. O me engañan lo ojos o estás pálido” (3.5.54-57).
En la confrontación con sus padres tras la huida de Romeo, Julieta demuestra toda su madurez. Domina la conversación con su madre, que no puede seguir el ritmo de la inteligencia de su hija y, por tanto, no tiene ni idea de que ella está proclamando su amor por Romeo bajo la apariencia de decir exactamente lo contrario. Su decisión de ignorar el consejo de su desleal nodriza, y de excluirla por cierto de sus acciones futuras, es otro paso hacia su madurez. Tener una nodriza es una característica de la infancia; al dejarla de lado y mantener su lealtad hacia su marido, Julieta abandona por completo la niñez para convertirse en una mujer.
Shakespeare sitúa esta maduración directamente después de su noche de bodas, lo que vincula la idea de la transición de la infancia a la edad adulta con la experiencia sexual. De hecho, Julieta se siente tan fuerte que desafía a su padre, pero en esa acción conoce los límites de su poder. Por muy fuerte que se sienta, Julieta sigue siendo una mujer en un mundo dominado por hombres. Se podría pensar que Julieta debería aceptar la oferta de su padre de repudiarla e irse a vivir con Romeo a Mantua, pero eso no es una opción. Julieta, como mujer, no puede abandonar la sociedad, y su padre tiene derecho a obligarla a hacer lo que él quiera. Aunque es derrotada por su padre, no vuelve a ser una niña. Reconoce los límites de su poder y, si no puede encontrar otro camino, decide tener el control: para una mujer de Verona que no puede controlar la dirección de su vida, el suicidio, la cruda capacidad de vivir o no esa vida, puede representar el único medio de afirmar la autoridad sobre sí misma.