Resumen del Capítulo 16 

El juicio comienza al día siguiente. El pueblo desborda con gente que ha venido de todo el condado. Todo el mundo hace acto de presencia en la corte, desde la Srt. Stephanie Crawford hasta el Sr. Dolphus Raymond, un excéntrico adinerado, propietario de tierras a orillas de un río, que vive cerca de la frontera del condado, mantiene una relación con una mujer negra y tiene hijos birraciales. La única que se niega a ir es la señorita Maudie, diciendo que ver a alguien en un juicio por su vida es como asistir a un carnaval romano.

Al mediodía, la gran multitud acampa para almorzar en la plaza del pueblo. Después, Jem, Scout y Dill esperan a que entren casi todos a la corte para quedarse por atrás y que Atticus no los vea. Sin embargo, esperan demasiado y logran conseguir asiento solo cuando se los ofrece el reverendo Sykes, que los deja sentar en el palco donde las personas negras pueden presenciar el juicio. Desde allí, pueden ver toda la sala. El juez Taylor, un hombre mayor de pelo cano con fama de dirigir el tribunal de modo informal, preside el caso.

Resumen del Capítulo 17

El demandante, Sr. Gilmer, interroga a Heck Tate, quien relata cómo, la noche del 21 de noviembre, Bob Ewell le instó a ir a casa de los Ewell y le dijo que habían violado a su hija Mayella. Cuando Tate llegó allí, encontró a Mayella magullada y golpeada, y ella le dijo que Tom Robinson la había violado. Atticus interroga al testigo, que admite que no se llamó a ningún médico, y le dice a Atticus que los moratones de Mayella se concentraban en el lado derecho de la cara. Tate abandona el estrado y se llama a Bob Ewell.

Bob Ewell y sus hijos viven detrás del vertedero del pueblo, en una cabaña con techo de chapa y un patio lleno de basura. Nadie sabe con certeza cuántos hijos tiene Ewell y el único rincón ordenado del patio está plantado de geranios bien cuidados que se rumorea pertenecen a Mayella. Ewell, un hombrecillo extremadamente grosero, testifica que en la noche en cuestión estaba saliendo del bosque con una carga de leña cuando escuchó los gritos de su hija. Al llegar a la casa, miró por la ventana y vio que Tom Robinson la estaba violando. Luego Robinson escapó y cuando Ewell se aseguró de que su hija estaba bien, salió corriendo en busca del sheriff. El interrogatorio de Atticus es breve: le pregunta al Sr. Ewell por qué no llamó a ningún médico (era demasiado costoso y no era necesario) y luego le pide al testigo que escriba su nombre. Bob Ewell, observa el jurado, es zurdo, lo que hace más probable que deje moratones en el lado derecho de la cara de una joven.

Análisis de los Capítulos 16–17

El juicio es la secuencia dramática más emocionante, y en cierto sentido la más importante, de Matar un ruiseñor; el testimonio y las deliberaciones se extienden cinco capítulos sin apenas digresiones. (Además, la escena del juicio, con Atticus destrozando a los Ewell ante los ojos de todo el pueblo, es la parte más cinematográfica de la narración, y es la pieza central de la versión cinematográfica de la novela de 1962). Aunque el objeto del juicio es Tom Robinson, en otro sentido se está juzgando al propio Maycomb, y si bien Atticus termina perdiendo el caso, tiene éxito en revelar la injusticia de una sociedad estratificada que confina a las personas negras al “palco de color” y permite que la palabra de un hombre despreciable e ignorante como Bob Ewell prevalezca sin discusión sobre la palabra de un hombre que resulta ser negro. En el juicio celebrado en la sala del tribunal, Atticus pierde. En el juicio llevado a cabo en la mente del lector, quien pierde es la comunidad blanca, sumida en el prejuicio y el odio.

Resulta coherente que los chicos terminen sentados en la “sección de color” de la corte, al igual que lo es que la Srta. Maudie se niegue a asistir al juicio. Ellos carecen del racismo que se propaga entre la multitud blanca por el tribunal. Jem, Scout y Dill están segregados incluso de los otros chicos, que se han burlado de Jem y Scout por su amor a las personas negras.

El clima de suspenso que se crea con la escena del juicio se debe exclusivamente a la destreza de su escritora, ya que en realidad no existe suspenso alguno: incluso Atticus sabe que el veredicto es un desenlace inevitable. Sin importar la evidencia que se presente, un jurado racista nunca, bajo ninguna circunstancia, absolvería a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca. El lector sabe que Tom Robinson será declarado culpable, entonces Lee centra la tensión y el suspenso en otra parte: en el lento pero constante desmantelamiento del caso de la acusación por parte de Atticus. Jem, aún aferrado a ilusiones juveniles sobre una vida que funciona de acuerdo con los conceptos de justicia, no entiende el fracaso del brillante trabajo de su padre. Está convencido de que las irrefutables implicaciones de la evidencia cerrarán el caso a favor de Atticus. Cuando Jem dice: “Lo tenemos” después de que Bob Ewell demuestra que es zurdo, el lector sabe que no será así. Tal como la Sra. Dubose en su lucha con la morfina, Atticus sabe bien que está “vencido” antes de empezar.

El verdadero nombre de Bob Ewell es Robert E. Lee Ewell, un apodo que lo vincula con el pasado del Sur y lo vuelve absurdo en comparación con su tocayo, el general Robert E. Lee, que luchó valientemente por la Confederación en la Guerra Civil a pesar de su oposición a la esclavitud. Si Robert E. Lee representa el Sur idealizado, entonces Bob Ewell personifica su costado más oscuro y menos respetable, dominado por prejuicios insensatos, la miseria y la mezquindad. El consejo que Atticus le da a Scout de ser más tolerante y ponerse en los zapatos de otros no se aplica a Bob Ewell. Cuando Atticus intenta hacerlo más tarde, lo único que consigue es subestimar la profunda maldad de ese hombrecillo. La ironía, por supuesto, es que Bob Ewell carece por completo de importancia; es un tonto arrogante, perezoso y abusivo, del que se ríen sus conciudadanos. Sin embargo, en el mundo racista de Maycomb, por desgracia, incluso él tiene el poder de destruir a un hombre inocente, quizá el ejemplo más trágico de la novela de la amenaza que el mal representa para la inocencia.